Miguel Ángel Revilla, presidente de Cantabria no es, precisamente, uno de mis políticos favoritos. Por una parte me parece un grandísimo cantamañanas, entre cuyas historias más logradas se cuenta la de su iniciación sexual pagando, lo que demuestra la altura intelectual de este sietesabios.

Y lo mismo puede decirse de su formación, la tercera más votada de la comunidad, por detrás del PP y del PSOE. Como el PP no le permitía ser presidente, Revilla optó por aliarse con el PSOE, precisamente él, un tipo de izquierdas como todo el mundo sabe. Al final, el Gobierno real lo lleva la socialista Lola Gorostiaga, en calidad de vicepresidenta, mientras Revilla se dedica a decir tonterías ante las cámaras y lograr el título de más impresentable de la zona, ese tipo gracioso que puede alegrar una velada pero al que mejor privar de cualquier responsabilidad.

Pero esta vez hay que felicitarle, no por lo que ha dicho, sino por lo que ha pensado. Su incontinencia verbal le ha llevado a expresarlo claro, pero podemos obviarlo. Según Revilla, tras el atentado mortal de Santoña, los nacionalistas vascos, y en concreto el PNV, tiene parte de culpa en todo lo que ocurre en Euskadi.

El consejero de Interior, Javier Balza, salió al quite y aseguró que la única culpable era ETA.

Pues yo creo que Revilla tiene toda la razón. Lo explicó mejor que nadie el propio Xabier Arzalluz, con su genial y miserable frase, que ha pasado a la historia. "Unos menean el nogal y otros recogen las nueces". Unos psicópatas asesinan y el PNV habla de conflicto armado en Euskalerría. ¿Por qué lo hace? En primer lugar, por cobardía. Casi todo lo que ocurre en el País Vasco se debe a la cobardía de la mayoría de ese pueblo, que no se atreve a hablar en voz alta en la calle, sometidos como están por una minoría de exaltados, los más tontos de la clase, y por la cobardía interesada del PNV, a quien le encanta la equidistancia entre radicales y españoles, ambos, como se sabe, igual de malos. En segundo lugar, porque el PNV se ha convertido en una maquinaria de poder y de salarios, como en España lo fue el felipismo, y hay muchos dispuestos a dar su vida por sus ideales, pero no la cartera.

ETA como tal, está en crisis profunda. La nueva generación de etarras se ha hecho comodona y la vida en clandestinidad no les agrada. Tienen la misma mala leche que sus ancestros, pero menor preparación y más aburguesamiento. Asesinan hoy y les detienen mañana.

No, es el PNV lo que con su actitud ambigua y fanática mantiene viva a ETA. Aquí conviene recordar que el fanatismo no consiste en sentirse en posesión de la verdad -eso, como recordaba Chesterton, es puro sentido común- sino exagerar una parte de la verdad del adversario hasta generar odio a todo lo que dice el adversario. En este caso, esa parte es la creencia mayoritaria de los españoles de que Euskadi forma parte de España porque la ha formado siempre. Para el nacionalista, por contra, una cosa llamada España ha colonizado, esclavizado y machacado a los vascos durante un montón de tiempo, lo que justifica cualquier reacción. Y si no la justifica, la hace comprensible.

Esto es, que el mal del País Vasco no es ETA, un grupo de delincuentes a quien empieza a ser relativamente sencillo enjaular. ¿Por qué surgen nuevas levas? Porque el ambiente nacionalista lo impulsa. ¿Por qué subsiste el odio hacia lo español? Porque el odio de muchos nacionalistas supera al de los etarras.

Ese fue el gran error de ZP: con ETA no hay nada que negociar porque el separatismo más peligroso -aunque no criminal- no radica en ETA, sino en el PNV.

Eulogio López

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