Nuestro tiempo no es un tiempo corriente, nuestro tiempo es un cambio de era, una transformación de costumbres, ideas y mentalidades.
Quiere romper con los valores presentes que vienen del pasado igual que ocurrió con el paso de la Edad Antigua a la Edad Media y de ésta al Renacimiento, que cambió por completo el concepto del hombre y de la vida. Después con la Edad Moderna todo se radicaliza más, el hombre al tener más conocimiento de todo se va convirtiendo en señor de si mismo. Al llegar la ilustración hay un rompimiento total que crea nuevos valores humanos pero despojándolos de lo espiritual y separándolos de Dios.
Ahora en el siglo XXI, hay otro cambio brutal. Se pretende romper con el presente y lo pasado y el hombre se independiza de todo lo transcendente, se siente Dios, domina la técnica, la ciencia, y es casi capaz de crear la vida, ante esto: ¿para qué Dios? Tenemos la razón que nos hace avanzar con una soberbia ciega porque ignora que la razón como tal está abierta a lo transcendente y sólo el encuentro de la fe y la razón, el hombre se encuentra así mismo.
Benedicto XVI mente poderosa llena de amor por la Verdad y de fe en Dios ha comprendido ayudado por el Espíritu Santo lo que ocurre y nos habla de ello en todas ocasiones, pero son unos conceptos tan nuevos o que habíamos olvidado, que nos desconcierta.
El Santo Padre ama la Verdad y ama al hombre y cree en él, pero quiere que el hombre la busque, no sólo con la razón y sólo con la fe, quiere que vayan juntas metidas en la cultura que cada uno tiene y que está impregnado de la transcendencia que ha ido dejando en ella Dios a lo largo de los siglos. Por eso, en todos los viajes habla con los intelectuales, y les dice que se puede estar en primera línea de la modernidad sin despreciar la tradición.
La cultura occidental no puede renegar de sí misma porque se quedaría vacía de contenido, esto lo dice a todos, pero de manera especial a los católicos para que reflexionemos y nos abramos a los otros, pensamos que lo malo viene de fuera, lo malo a veces como ha dicho su Santidad lo tenemos dentro de la Iglesia porque hemos abandonado valores transcendentales cuando las culturas están profundamente enraizadas en lo humano llevan en si mismas el testimonio de la apertura típica del hombre a lo universal y a la transcendencia. Buscar la Verdad no es despreciar al otro es comprenderlo y a la vez ser fieles a nuestra fe sin ceder ante nada ni nadie.
Benedicto XVI, tiene esta actitud de búsqueda de la verdad, que sea humilde, que vuelva a creer en la oración y en la penitencia y todo esto que se viva viendo a Jesucristo como la luz que ilumina la historia y ayuda a mostrar el camino hacía el futuro.
Vale la pena leer al Santo Padre porque nos hace reflexionar y nos abre nuevos horizontes.
Piedad Sánchez de la Fuente