En 1934, dos años antes de su muerte, ocurrida un mes antes del Alzamiento nacional, desde Londres, Gilbert Chesterton escribe sobre España, un país al que admiraba. Chesterton fue miembro del Partido Liberal inglés, se peleó, dialécticamente, con todo el mundo pero ni uno solo de sus adversarios puso en solfa su carácter eminentemente democrático.
Por eso causó sensación su artículo del año 34, donde, ya con un régimen democrático asentado, en España ganan las derechas y gobierna la izquierda, Chesterton se asombraba, no del pucherazo electoral de hecho de esa izquierda -sólo posible gracias a la cobardía de la derechista CEDA, claro está-, sino del hecho de que sus compañeros liberales ingleses, tan adictos a censurar cualquier manipulación democrática en cualquier parte del mundo, callaran cuando el antidemocrático enjuague proviniera de la izquierda marxista. Entonces el pucherazo electoral era admisible.
Insisto: Franco no hubiera ganado la guerra si el muy democrático Régimen republicano no se hubiera dedicado a fomentar la quema de iglesias, el asesinato de católicos y de militares. La mayoría de la cúpula militar, al menos medida por el generalato, se mantuvo fiel a la República y entre los militares rebeldes la división era evidente y los objetivos distintos. La guerra no la ganó la aviación nazi ni las tropas italianas, entre otras cosas porque la República también contó con evidentes apoyos externos. No, la II República perdió la guerra por su anticlericalismo rabioso que ofendía a un pueblo para el que su fe constituía su mayor tesoro.
Similar confusión de conceptos ocurre con el concepto de democracia. Para la progresía actual, la simplificación consiste en afirmar que la República era una democracia y los franquistas unos autoritarios. Más cierto es esto: que la democracia no es el régimen donde se vota al Gobierno sino el régimen donde se respetan los derechos humanos. Es evidente que la II República no los respetó. La simplonería de algunos asegura que los que asesinaban a los cristianos era unos 'incontrolados', no convence ni a los más ingenuos. Eran las propias fuerzas del Régimen -comunistas, socialistas, anarquistas y progres librepensadores de la época- quienes cometieron, alentaron y permitieron las bestialidades, especialmente anticristianas. Si hubiera sido joven en el 36 yo, católico, también me habría apuntado al Franquismo. Porque para un cristiano el martirio no se busca, se encuentra.
Los franquistas tienen que aceptar sus brutalidades, los republicanos las suyas. A partir de ahí, es decir, de la verdad, 75 años después, a lo mejor se puede alcanzar la reconciliación. No olvidando sino perdonando y pidiendo perdón, en lugar de buscar venganza en nombre de la memoria histórica.
Eulogio López
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