Las redes sociales, el mayor patio de cotillas de la historia, supone una de las grandes demostraciones de que la ignorancia es lo más atrevido que hay. A la locutora Mariló Montero (en la imagen) le han fusilado por afirmar, al rebufo de los crímenes del El Salobral, que con el trasplante de un órgano se puede trasplantar el alma.

Ha pedido perdón por ello, y ha hecho bien en pedir perdón por tamaña chorrada. Ahora bien, no entiendo el ensañamiento con la bella. Cuando un alabado y venerable científico Quién otorga la categoría de 'científico'-habla de 'alma neuronal'- está perpetrando la misma chorrada que Mariló, con el agravante de pedantería, pero entonces Facebook y Twitter callan.

El problema, para Mariló y para los cientifistas, es que no entienden la distinción entre espíritu y materia. Materia es lo que ocupa espacio y se desarrolla en el tiempo. El espíritu es lo que conoce, ama y decide. La materia es lo que está cambiando continuamente. Un trasplante no trasmite el alma del donante sino la materia, que vale lo mismo para un cuerpo que para otro. El espíritu es el que no cambia, no se transforma, precisamente porque no habita ni en el espacio ni en el tiempo salvo a través de sus instrumentos materiales. Por eso, cuando Mariló se come un filete de ternera no se convierte en vaca. Pero, también por eso, hablar de alma neuronal es una chorrada, porque las neuronas son tan materia como el estómago de Mariló.

En plata, ni las neuronas, ni el cerebro conocen, vamos que no deciden. Decide la persona, porque el ser humano es un anfibio de materia y espíritu racional, o de cuerpo y alma, si lo prefieren.

¿Que esto no se puede demostrar? (digo demostrar, no demostrar científicamente, que no es sino una reiteración). Por supuesto que se puede. Y la mejor demostración es la propia persona, cada ser humano en cada momento de su evolución. Y esto porque todas las células de nuestro cuerpo (incluidas la neuronas, porque cambia su composición química, que es lo mismo) se están muriendo y naciendo de contínuo. De hecho, las células de mi cuerpo actual no tienen nada que ver con las de hace siete años (y en un recién nacido con la de hace siete meses). Sin embargo, yo sigo siendo el mismo incordio de hace siete años, el mismo de hace veinte, con mi mismo nombre, mi historia y mi memoria. ¿Por qué? Porque lo inmaterial, mi alma, ha permanecido y es ella la que da razón de que soy un quién y no un qué de la existencia, de mi espíritu (dotado con muy mala uva pero espíritu a fin de cuentas).

Mariló ha dicho una tontería pero lo ateos que hablan de alma neuronal o del panteísmo vulgar que tantos exhiben, donde la materia tiene vida propia y juega al ajedrez, han dicho una chorrada mucho más gruesa que la de Mariló: una 'grossen chorradem'.

Eulogio López

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