Algún día habrá que homenajear a los periodistas especializados en información terrorista, algunos de los cuales llevan décadas investigando a etarras y proetarras. El domingo 4 de marzo, uno de los más conspicuos representantes de este club, JM Zuloaga, publicaba en La Razón este apasionante reportaje sobre José Ignacio de Juana Chaos. Un reportaje que venía a recordar algo que, quizás por obvio, resulta poco creíble: De Juana es un cobarde. Envalentonado con víctimas que no se esperan la pistola en la nuca o la bomba debajo del coche, que no reaccionan, De Juana es implacable.

Pero una cosa es eso y otra enfrentarse a un policía especializado que te ha sorprendido a tí. Trascurrieron segundos desde que los geos entran en el apartamento de la calle Río Ulla hasta que un policía se sitúa delante de De Juana. Durante ese tiempo, el hombre que había asesinado a 25 seres humanos tiene su pistola al alcance de su mano, pero le paraliza el mismo terror que había paralizado a sus víctimas. No el terror de la cobardía, sino el de la impotencia: ahora el sorprendido era él.

Y más cobarde que sus víctimas, dado que él era una terrorista y ex policía, por tanto, un hombre acostumbrado al uso de as armas y a la reacción rápida. Sin embargo, no reaccionó. Cuando el policía le tuvo delante, le invitó a hacer uso de su arma, pero este héroe de la causa euskaldún prefirió responder: "Soy etarra, pero no gilipollas". Es decir, respondió con su altanería habitual y con el espíritu pusilánime, mitad por mitad, que ahora ha demostrado. Jugarse la vida cara a cara es, para De Juana, un síntoma de gilipollez. Por contra, matar a traición es un síntoma claro de compromiso con la causa. Muchos nacionalistas vascos, y no sólo los proetarras, piensan de igual forma. Es como el graciosillo de taberna que diluye su propia cobardía en la narración de una historia chispeante, donde el osado es tonto y él, el amilanado, no es un cobarde, sino un tipo listo que sabe evitar situaciones comprometidas.

Si de Juana consideraba que la independencia de Euskadi merecía la muerte de españoles, también debía estar dispuesto a enfrentarse a su adversario, el opresor español en forma de geo, por la vía de la violencia. Peor no lo hizo.

Recordemos, además, que Chaos es un personaje que no sólo no se ha arrepentido de nada, sino que blasona de la desgracia ajena (precisamente, por eso fue condenado y de eso ha sido ‘indultado' por el Gobierno Zapatero). Y esto nos lleva a los dos tipos de coraje existentes: el físico y el espiritual (llámenle psicológico, si lo desean). El primero es el que suele llenar nuestra mente cuando hablamos de valor. Y es valentía, ciertamente, pero su mérito depende del hábito. Verbigracia: si un civil oye un disparo, su reacción instintiva será la parálisis o la postura del avestruz. Si lo oye un militar u otra persona habituada a las armas de fuego. Su reacción instintiva será la de parapetarse y buscar su arma, y esto antes de saber si se  trata de la pistola de un atracador o del petardo de un gracioso.

La valentía psicológica tiene más mérito y consiste en mejorar, en aplicar la virtud, en negarse a uno mismo. Dos detalles: hay que ser muy fuere para ser dulce y aún hay que ser más fuerte y corajudo para reconocer los errores y arrepentirse. De Juana es un cobarde físico y un cobarde espiritual: se arrugó frente al policía que le detuvo y no se arrepiente de sus asesinos, antes se enorgullece de ello.  

Eulogio López