Es un hecho la abrumadora desproporción entre la presencia de los antisistema en los medios de comunicación y las redes sociales y su capacidad real de convocatoria y de propuesta.
El descontento con la situación actual, la percepción de que no tenemos respuestas válidas e inmediatas a la crisis, o la denuncia de ciertas formas que han caracterizado a la clase política (sensación de corrupción casi generalizada) no son patrimonio de quienes apuestan por una ruptura de la convivencia y del Estado de Derecho, usando además de manera calculada la violencia.
Pero los movimientos antisistema son la expresión de la cultura del nihilismo, y por tanto reflejan también el fracaso educativo de una sociedad que ha confiado todo al Estado de bienestar y se ha olvidado de dimensiones esenciales de la vida en comunidad.
Hay además quienes juegan a simpatizar con ellos por intereses electorales y están jugando con fuego.
La respuesta a los acosos de los antisistema debe ser firme pero también de largo alcance. Es precisa la actuación de la policía y de los jueces, y también un discurso público que desenmascare su violenta utopía. Pero, sobre todo, es necesario que nuestra sociedad se revitalice desde las familias, asociaciones y comunidades diversas, como lugar de diálogo, de transmisión de experiencia, de educación y construcción común. Pienso que este es el camino.
Xus D Madrid