Hace pocos días se decía que RENFE iba a rescindir el contrato con la multinacional alemana Siemens para la provisión de trenes de alta velocidad que explotarían las líneas Córdoba-Málaga y Madrid-Valladolid. Sin embargo, tal día como el martes, el Gobierno (no olvidemos que Siemens es una empresa pública) rectificaba. De los 40 trenes solicitados, 30 serán para TALGO-Bombardier y 10 para Siemens, mientras la francesa Alstom se queda fuera.
La razón es muy simple. Siemens ha planteado un ultimátum al Gobierno Aznar: si no se le da carga de trabajo, se verá obligado a cerrar o reducir empleo en su factoría de Cornellá, lo que podría representar la pérdida de 600 puestos de trabajo. En periodo electoral, no está el horno para bollos.
Y lo malo es que esta moda se está imponiendo de forma lamentable. Estamos llegando a un extremo en el que no son los Estados los que subastan contratos a las multinacionales, sino las multinacionales quienes subastan sus puestos de trabajo. A este proceso lo llaman deslocalización.
Y eso que Siemens ha sido una de las empresas mejor tratadas en España, tanto en la esfera pública como en la privada. Al parecer, el puesto de trabajo cada día se cotiza más alto. Incluso, podría llegar un momento en el que los gobiernos se planteen si no merece la pena crear sus propias empresa para realizar las infraestructuras que pagan. Claro que para eso se necesitan gobiernos independientes de las multinacionales.