Finalmente John Kerry se enfrentará a George Bush por la Casa Blanca. Las encuestas le dan como ganador antes de comenzar la carrera electoral. Kerry es un hombre de los Clinton (Bill y Hillary), multimillonario y abortista, según la última moda del Partido Demócrata. Tan patriota como Bush, aunque un punto menos belicista. Tan ignorante como Bush en política internacional, hasta que llegó a la Casa Blanca, e incapad de cualquier protesta brillante y de cualquier escandalosa metedura de pata. No conoce el mundo, pero conoce el Capitolio, nada sabe de pobreza, pero tampoco asusta a nadie: puede ganar las elecciones. Además, le ayudaría mucho el hecho de que la acompañara como candidato a la Vicepresidencia, no Bill Clinton, que se morirá a la sombra a de Lewinsky, sino su mujer, Hillary, hoy senadora por Nueva York. 

Y podría ganar los comicios especialmente, cuando enfrente tiene a un hombre bajo sospecha. A poco de empezar la carrera electoral, la pieza básica de todo el entramado político de George Bush se ha venido abajo. Desde el 11 de septiembre, Bush ha sacrificado su política económica a la lucha contra el terrorismo internacional. Así, primero en Afganistán, luego en Iraq. Pues bien, los objetivos con los que comenzaron ambas excursiones bélicas han resultado un fracaso. La cúpula de Al-Qaeda, así como la dirección talibán (por concretar Bin Laden y el Mulá Omar) continúan en libertad y fastidiando todo lo que pueden. Las armas de destrucción masiva y las conexiones terroristas del régimen de Bagdad están, por decirlo finamente, en entredicho. Había incluso otra razón para intervenir en tan lejanos países: la democratización de dos tiranías. Pues bien, tras mucha sangre derramada, la Constitución afgana habla de república islámica y la Carta Magna iraquí, aprobada tres días atrás, mantiene el mismo sesgo: Iraq será una república islámica: ¿Merecía la pena lanzar dos invasiones para este resultado?

Y, por si fuera poco, el terrorismo internacional toma una nueva dirección que se puede ilustrar con el llamativo, y desconocido, grupo terrorista AZT, que no necesita ideología alguna para desarrollar su estrategia: amenaza con poner una docena de bombas en los ferrocarriles franceses, si el Estado no le entrega cuatro millones de dólares y uno de euros. Determinadas actividades de ETA, así como de grupos terroristas y separatistas en Asia, África y el Caribe también han devaluado su ideario para convertirse en los nuevos ladrones armados del siglo XXI, cuyo objetivo no es político, sino monetario. Si es este el escenario futuro del terrorismo, pura delincuencia, toda la estrategia política de George Bush, el miedo telúrico que ha inoculado en todo el planeta se vendría abajo de forma estrepitosa. Al final, puede que no sea John Kerry quien derrote a George Bush, sino el nuevo terrorismo del euro. 

A la postre, si se piensa un minuto el nuevo terrorismo AZT es una conclusión lógica. Del crepúsculo de las ideologías se ha pasado a una especie de nihilismo ideológico en el que ningún principio merece dar ni la vida ni la hacienda. Así, ni el Estado de Derecho ni la ética logran contener las ambiciones de individuos, grupos y pueblos. Lo que importa es el dinero. Así que lo más lógico no es extorsionar a los ricos, sino a los propios Estados, que cuantitativamente no dejan de ser los agentes más ricos de todos... que ríase usted del fundamentalismo islámico.