Sr. Director:
Bod Geldof, cantante y activista político, y que no tiene nada de sospechoso, en un mitin del Partido Laborista británico alabó allá por los años 2006 públicamente la política para combatir el Sida: "la monogamia, la fidelidad conyugal y la abstinencia sexual son las armas más eficaces para combatir el sida -más bien las que aseguran que esa enfermedad no progrese-".

 

Curiosamente su postura no se basa en valores religiosos sino en la comprobación de que donde no se aplica esa política el SIDA sigue creciendo.

Al cumplirse los 30 años del descubrimiento de las causas de la infección del SIDA, la ONU elaboró una declaración política en la que se insistía en los medios utilizados hasta el día de hoy, a pesar de que han fracasado estrepitosamente.

Los datos oficiales sobre la enfermedad son escalofriantes: en torno a 33 millones de personas han fallecido a lo largo de estas tres décadas, y cada día se extiende la pandemia a más de 7.000 personas en todo el mundo. Para hacer frente al Sida se emplearon el año pasado más de 16.000 millones de dólares en ayudas económicas destinadas a la fabricación y distribución de profilácticos y retrovirales. Estos datos que la ONU considera preocupantes con razón, debieran provocar una reflexión más profunda.

Edward Green, de la Universidad de Harvard, gran experto en SIDA, en su libro "Sida e ideología", explica: "cuando se usa alguna tecnología para reducir un riesgo, como el preservativo, a menudo se pierden los beneficios asumiendo un mayor riesgo que si uno no usara esa tecnología".

Sin una verdadera humanización de la sexualidad, el SIDA seguirá siendo una amenaza, por mucho que la ONU se empeñe en cerrar los ojos.

Josefina Galán