La comparecencia de la secretaria de Estado para la Inmigración, Consuelo Rumí, en sede parlamentaria, para explicar su política migratoria, ha resultado un verdadero jarro de agua fría para las organizaciones de inmigrantes. Rumí, que hasta hace bien poco tiempo bramaba contra la xenofobia del Gobierno Aznar, vino a resumir de esta manera su política: No habrá regulaciones extraordinarias; no se aumentarán los cupos; no se mejorará el reagrupamiento familiar (uno de los motivos que ocasiona mayor sufrimiento entre los inmigrantes); y se consagra la política de que el recién llegado debe contar con un contrato de trabajo desde su país de origen, además de anunciar que se seguirá empleando la misma firmeza contra la inmigración ilegal y la repatriación de los indocumentados.
Al parecer, una cosa es pedir en la oposición y otra otorgar desde el Gobierno.