No ha conseguido que dimita como presidente del Gobierno y su salida es más una venganza: pretende ZP -después de mí el diluvio- que don Alfredo y doña Carme se despedacen y, ya de paso, que Rubalcaba (si le das la espalda, te la clava) sea el honroso perdedor de las próximas elecciones.
Pero Rasputín no se rinde. De hecho, transforma los objetivos de ZP en su propio beneficio Por ejemplo, ZP, cuando aun tenía esperanzas de renovar, intentó lograr la pacificación de Euskadi, pasar a la historia como el hombre que terminó con el terrorismo de ETA. En dicho empeño tuvo tanto éxito como con la crisis económica, pero creó el paripé de ETA: ahora te acepto, ahora no te acepto. Un día, el fiscal pide la ilegalización de sortus y bildus, al otro, no la pide.
Rubalcaba quiere acabar con ETA con la Policía y los jueces pero, eso sí, sabe que sólo podrá ser presidente del Gobierno con una alianza social-nacionalista, con el apoyo de los nacionalistas catalanes de CIU, los vascos del PNV y los canarios de CC. Por eso, se muestra fuerte con ETA y comprensivo con el PNV. Y no lo duden, está tan dispuesto como el que más a traicionar a su compañero Patxi López rompiendo el pacto de Gobierno PP-PSOE en Euskadi, para otorgarle la lehendakaritzia a un nacionalista.
El social-nacionalismo es un compromiso histérico, pero si a uno no el importa romper la unidad de mercado dando alas a los sectores más nacionalistas de estas tres comunidades, pues oiga, todo es posible: perder las elecciones pero ganar La Moncloa. Todo sea por la patria.
Eulogio López
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