El padre de la píldora anticonceptiva, el austríaco Carl Djerassi, se arrepiente de su invento que tilda de catástrofe demográfica y origen de un terrible desequilibrio poblacional.
Lamentó la desconexión actual entre sexualidad y reproducción. La caída de la natalidad es una epidemia peor que la obesidad, los jóvenes están cometiendo un suicidio nacional al rechazar la reproducción. Pero el Vaticano ya había pronosticado 40 años antes, en la encíclica de Pablo VI Humanae Vitae, que la píldora originaría una dramática caída de los nacimientos, y la condenaba como atentado al amor humano y a los designios de Dios, considerándola pecado grave.
Hoy, además se sabe que la formulación actual de los contraceptivos, posee un efecto antiimplantatorio o abortivo, al expeler el embrión recién concebido, reconocido en la literatura científica como tasa de pérdidas embrionarias, información que no llega al público en general.
Por otra parte, las toneladas de hormonas que cada años son vertidas a través de la orina de las usuarias de la píldora y llegan al agua, tienen un devastador efecto ecológico. Hay datos que constatan que una de las causas de la infertilidad masculina en Occidente es la contaminación medioambiental causada por los productos de la píldora.
Clara Jiménez
clarajim33@gmail.com