Estos chicos del Partido Popular te miran, compungidos, con unos interrogantes en sus nobles facciones, y te preguntan, sin palabras: ¿Por qué me maltratas? Así se quedó Jaime Mayor Oreja cuando, a la salida de su mitin en Pamplona, se encontró con ocho muchachos de
Oreja está descubriendo que un Gobierno no es un "gestierno". Que no basta con gestionar honrada y eficazmente los dineros públicos, porque la gente, afortunadamente, no sólo vota con la cartera sino también con el corazón: la vida, la familia, el racismo, la paz, el sentido de la vida (éste, el más importante de todos) son cuestiones que preocupan a las personas, especialmente a los buenos y a los listos.
En efecto, durante los últimos diez años, las interrupciones voluntarias del embarazo perpetradas en España se aproximan a las 600.000, esto es, 600.000 inocentes asesinados. Las clínicas abortistas son verdaderas cámaras de torturas ubicadas en el centro de las ciudades occidentales. Y por muy anestesiada que esté la sociedad española, es difícil que tal aberración, mantenida por los grandes poderes (políticos, económicos e informativos), no irrite la sensibilidad de alguien. Ahora, el PSOE de Mr. Bean pretende ampliar más el aborto, pero se han quedado sin sitio. En materia de vida, al PSOE le queda poco que hacer, salvo decretar la despenalización del infanticidio antes de que los niños tengan uso de razón, pongamos los 7 años de edad.
Sin embargo, Oreja, político oficialmente cristiano, no reacciona, lo cual resulta aún más sintomático. Se suponía que un Partido Popular descabalgado del poder reflexionaría más en cuestión de tanto calado como las mencionadas anteriormente, que comenzaría su regeneración rectificando, pero no. A algunos, nunca le llega el momento ni de rectificar ni de hablar. La ley del silencio sigue imperando. La campaña de Mayor Oreja (qué hartito estoy de los políticos oficialmente cristianos. Ahora resulta que Zapatero visitará al Papa en el Vaticano acompañado del "ministro católico" del PSOE, del laureado José Bono) trata de ocultar cualquier referencia al aborto, lo que envalentona al puritano amoral de su contrincante, el señor Borrell.
En el reciente libro de Juan Pablo II, "¡Levantaos! ¡Vamos!", el Papa recoge unas palabras del heroico obispo polaco Stefan Wyszynski, que parecen escritas para los españoles de la era progre, es decir, la actual: "La falta más grande del apóstol es el miedo. La falta de fe en el poder del Maestro es lo que despierta el miedo; y el miedo aprieta el corazón y oprime la garganta. El apóstol deja entonces de profesar su fe. ¿Sigue siendo apóstol? Los discípulos que abandonaron al Maestro aumentaron el coraje de sus verdugos. Quien calla ante los enemigos de una causa, los envalentona. El miedo del apóstol es el principal aliado de los enemigos de la causa… Obligar a callar mediante el miedo, eso es lo primero en la estrategia de los impíos. El terror que se utiliza en toda dictadura está calculado sobre el mismo miedo que tuvieron los apóstoles. El silencio posee su propia elocuencia apostólica solamente cuando no retira el rostro ante quien le golpea. Así calló Cristo. Y en esa actitud suya demostró su propia fortaleza. Cristo no se dejó aterrorizar por los hombres. Saliendo al encuentro de la turba dijo con valentía: ¡Soy yo!"
Muy lejos del universo ideológico de Wyszynski, el cantante Lluis Llach expresa algo similar en su canción poesía, dedicada a la dictadura de Franco: "No me importa tener la boca cerrada: sois vosotros los que habéis hecho del silencio, palabras". (¡Qué pena que este chico no sea cristiano: su talento hubiera servido a una causa más elevada!).
Con palabras o con un elocuente silencio, pero nunca jamás ceder al miedo cuando se trata de principios irrenunciables, aunque se esté en minoría. Dios exige más. Concluye Juan Pablo II: "La verdad os hará libres, esta es nuestra tarea y, al mismo tiempo, nuestro apoyo. No hay sitios para compromisos ni para un oportunista recurso a la diplomacia humana".
Eulogio López