Pues bien, el cambio del logo del PP también entraña contenido. Se mantiene la referencia al humanismo cristiano. El diputado Jorge Fernández -el que sirve de enlace entre la Conferencia Episcopal y el PP- sostiene que Rajoy y Elorriaga le prometieron el mantenimiento de la referencia. Sin embargo, el viraje es hacia el centrismo. Lo inició Aznar y lo culminará Rajoy. No se trata de nuevos estilos o nuevos talantes, motivados por el relevo en el liderazgo. Hay algo más: Rajoy quiere imprimir un estilo centrista, es decir, vacío, amorfo, dependiente de la moda de las encuestas. Es decir, una maquinita para aspirar a las elecciones sin contenido que ofrecer a la sociedad.
Según los expertos en comunicación política, el eslogan -"España, la ilusión que nos une"- resulta muy oportuno en este entorno de apertura de melón estatutario y constitucional. Suena bien. El problema es que para los populares, España es una realidad que se explica en el consenso de 1978. Y eso resulta muy pobre. Porque si deificar la nación es un error, santificar una Carta Magna en plena reforma, le deja a uno sin suelo firme a la primera de cambio.