Salgado la lía más: asegura que España no necesitará ayuda del FMI. Lo curioso es que los países pobres de la UE son los que menos deuda tienen. Una Unión Europea de dos velocidades puede ser Europa pero no una Unión.
De la reunión de ministros de Economía de la Eurozona nos llega una foto de algunos de los ministros -entre otros la vicepresidenta económica de Gobierno Zapatero- uniendo sus brazos en instantánea muy similar a la de los futbolistas del Real Madrid o del Barça.Pero no se engañen, la última reunión de euro-ministros ha sido un fracaso y se ha convertido en un esperpento. Sin acuerdo sobre el fondo de rescate -para el que se solicitaba 1 billón de euros- un número con doce ceros, la UE se refugia en el Fondo Monetario Internacional (FMI), que prestaría dinero a la UE para estabilizar su deuda soberana.
Por parte española, doña Elena, conocida en Bruselas como 'Calamity Helen' la ha vuelto a liar. En un alarde de prepotencia, aseguró que España no necesitaría ayuda, a pesar de que los mercados están extorsionando la deuda pública española exigiendo intereses que nos han colocado en situaciones de prima de riesgo y de costes más elevados que los que provocaron el rescate de Portugal e Irlanda.
El ministro holandés, fue más cauto, y eso que la deuda de los Países Bajos no está en entredicho: Jan Kees de Jager, pidió una mayor implicación del FMI, aunque asegura que no es una cuestión de dinero: "No es cuestión de dinero. Se trata de aplicar las reformas económicas, la austeridad y la gobernanza necesarias para que no nos volvamos a ver en la misma situación en el futuro".
O sea, que sí es cuestión de dinero, aunque Holanda se alinea con Alemania y pide un ministerio común y la reforma de los tratados, de los que se hablará en el Consejo Europeo del próximo día 9.
Asusta pensar lo que ese Ministerio de Economía paneuropeo podría exigir a países como Italia o España en materia de recortes. En cualquier caso, una Unión Europea de dos velocidades sería Europa pero no sería Unión.
Frente a Alemania se encuentra Francia, quien no es partidaria de ceder soberanía a una Europa que ahora ya controla Alemania sino de reformar el Banco Central Europeo (BCE) para que actúe como la Reserva Federal norteamericana. Es decir, que no sólo se preocupe de controlar la inflación sino de inyectar dinero en el sistema para reactivar la economía.
Lo más curioso de la llamada crisis del euro es que los países más pobres de Europa, los recién llegados de la antigua Europa comunista, no son, ni mucho menos, los más endeudados ni los que ahora necesitan ayuda.
En cualquier caso, el fracaso tiene algo de lógica ineludible, dado que Occidente está ahora en manos de la liquidez, no de la producción, es decir, de Don Mercado Financiero.
Por tanto, la única solución definitiva, tanto a la crisis bancaria como a la crisis de la deuda soberana, consiste en la quiebra controlada. Lo que antes se llamaba suspensión de pagos y, cuando se trata de deuda pública, quita. ¿Y si esa medida traumática -sobre todo para los mercados- provoca que los inversores se cabreen porque el deudor no paga lo que debe?
Pues durante un tiempo no volverán a comprar deuda pública del quebrado, ciertamente, pero es la única forma de que la inversión financiera deje de ser considerada como segura y lo único que no se puede dejar de pagar. Porque sí se está dejando de pagar a los proveedores de las administraciones públicas, o a los trabajadores despedidos.
Y si quiebra el profesional, el autónomo, la micropyme o el comerciante sin que se cree ningún fondo para rescatarle, ¿Por qué no puede quebrar un banco o un país en su deuda?
En el mundo no hay nada seguro y en los mercados financieros mucho menos. Lo que ocurre es que tanto los especuladores privados -bancos y fondos- como los públicos -políticos emisores de deuda- trabajan con el dinero de los demás. Pero eso no debería suponer una póliza de seguros sino un plus de responsabilidad.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com