Lo contrario del amor es el odio, mientras que el antónimo del simple afecto o amistad, bien puede ser la mera indiferencia. Esto es una cuestión lingüística, es decir, matemática, rigurosa. Por eso, no hay dos seres que se odien con más intensidad, odio africano o checheno, según se quiera, que los miembros de una pareja en trance de disolución. Ahí, arde Troya.
Por ejemplo, en los juicios por separación y divorcio vale todo. Así, la jueza decana de Barcelona, María Sanahuja, ya ha advertido del curiosísimo aumento de denuncias de malos tratos justo cuando quieres separarte o divorciarte del marido. Algo, cuando menos, sospechoso. Naturalmente, a Sanahuja la han condenado feministas y "feministos", antes de reparar si su denuncia se apoya en datos (y parece que sí, dado que se trata de la jueza decana de la capital) o si es un espécimen machista infiltrado en el "eterno femenino".
¿Qué es un "feministo"? Un feministo es, empezando por la casuística, Jesús Caldera, ministro de Trabajo, Seguridad Social y Asuntos Sociales del Gobierno Zapatero. Un tipo malencarado, bastante grosero, que se transforma cuando, en la sala de prensa de Moncloa, tras la celebración del Consejo de Ministros, se enternece, al referirse a la "lacra social" de la violencia doméstica. Un hombre que sufre por cada mujer golpeada, aunque no por cada niño inocente abortado. Bien estaría lo uno, sin olvidar lo otro. De hecho, tan extraordinaria paradoja da pábulo a la sospecha sobre la sinceridad de sus sentimientos.
Y así es como ha surgido el correspondiente texto legal (cuyo anteproyecto ha sido aprobado por el Consejo de Ministros, el viernes 4) sobre violencia doméstica no va a atajar la violencia doméstica, sino todo lo contrario. Es triste hacer predicciones tan agoreras, pero si los hechos son tercos, la lógica es testaruda y empecinada.
De hecho, el nuevo texto legal opera sobre un sistema judicial que no hace otra cosa que romper matrimonios y otorgarle, en una injusticia generalizada y permitida, a la madre todas las ventajas, especialmente la patria potestad sobre los hijos, mientras el padre ve creer a sus retoños desde lejos, y esto aunque sea la mujer quien haya abandonado el hogar.
La combinación de ambos elementos, ley y jurisprudencia, promete ser explosiva. Pero hay otras combinaciones aún más peligrosas. La progresía socialista es muy aficionada a mezclar el fuego con la gasolina y, ya de paso, suprimir el cuerpo de bomberos. Porque a los dos elementos anteriores se le puede unir un tercero, aún más "divertido": la progresía de los feministos son los grandes defensores de la mayor libertad para la pornografía y las costumbres (como se decía antes) licenciosas. Ahora bien, ¿alguien en su sano juicio puede pensar que la pornografía y las muy licenciosas costumbres no están relacionadas con el aumento de la violencia doméstica? ¿Alguien cree que para un varón acostumbrado a cosificar a las mujeres, y una mujer empeñada en seducir apelando a la animalidad, que no a la humanidad del varón, representa un buen caldo de cultivo para evitar la violencia doméstica? ¿Alguien cree, en serio, que no existe una relación, directa y casi inmediata, entre pornografía y violencia de género? ¿Puede alguien considerar que quien considera a toda mujer un objeto, o posible objeto, de placer va a ver en su pareja algo más que eso? ¿Y por qué no golpear a un objeto cuando uno se cansa de él?
Otrosí. Toda mujer sabe perfectamente el efecto que provoca y el efecto que quiere provocar con su indumentaria. Insisto siempre en aquella vivencia de una compañera de trabajo, conocida defensora de los derechos de la mujer y muy sensata, quien, al contemplar unas fotos de cierta presentadora de televisión aficionada a perder la ropa por el camino, afirmaba: "Podía ser un poco más solidaria". La pornografía no es más que la animalización de la mujer. Por eso, lleva a la animalización del hombre, y los animales siempre acaban a golpes.
Pero me temo que este tipo de argumentos no serán utilizados por el feministo Caldera. No hacen ni político, ni intelectual. Además, resultan políticamente muy incorrectos. Y los feministos son, ante todo, muy demagogos, amigos de lo políticamente correcto. Por todo ello, también me temo que la violencia doméstica no va a disminuir: me temo que, incluso, va a aumentar.
Caldera llama a la cruzada contra la "dominación". Al igual que su jefa, la vicepresidenta primera María Teresa Fernández de
En definitiva, a partir de ahora, cualquier mujer desaprensiva que quiera apartar a su esposo de los hijos comunes no tiene más que denunciarle por malos tratos, hayan existido o no. Prepárense los varones casados o emparejados a vivir en el chantaje permanente en nombre, naturalmente, del progresismo de Rodríguez Zapatero.
Por de pronto, ya sabemos que, legalmente, una mujer podrá insultar, injuriar o calumniar a un varón con total impunidad. Si sucede al revés, puede suponer la cárcel. Y, como si se tratara de un curso de estalinismo exagerado, la ley incluso plantea cursos de rehabilitación para los agresores, que recuerdan los campos de reeducación del amigo Mao.
La ley también cuenta con su apartado económico, no se crean. De tal manera que el Estado proveerá las necesidades económicas de una mujer maltratada por su pareja. Unas rentas que, según el ministro Caldera, se aproximarán a las del salario mínimo interprofesional. Por lo que cabe concluir dos cosas: que en España vale más que te peguen una bofetada que tener un hijo (las ayudas del Estado van a ser muy superiores), y que, dada la generosidad del muy feminista Gobierno Zapatero, habrá que esperar un montón de falsas denuncias con tal de acceder a las maravillosas ventajas que ofrece la ley.
En otras palabras, el proyecto de Ley Integral Contra
Eulogio López