En estos tiempos de "talante" y "diálogo" sería bueno recordar el artículo 20 de la Constitución, que contempla el derecho a la libertad de expresión. Y ya puestos a ser más constitucionalistas que nadie, podríamos recordar el artículo 16.3 que establece que "los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones". O sea, exactamente lo que no ha hecho la vicepresidenta primera del Congreso, Carme Chacón.

 

A doña Carme le ha sacado de sus casillas la homilía del cardenal primado Monseñor Cañizares en la que se refería a la voluntad de medios y poderes públicos de "despedazar" la Iglesia. ¿No es verdad, ángel de amor, que llegado el PSOE al poder, se respira un mejor talante laicista? ¿Cómo califica usted la expulsión de la FERE del Consejo Escolar? ¿Cómo explica usted la obsesión laicista de suprimir la asignatura de religión, contemplada en la parcialmente derogada Ley de Calidad y demandada por el 85% de los padres? ¿A qué se debe la financiación de la minoritaria comunidad musulmana al mismo nivel que la mayoritaria confesión católica? Yo a eso lo llamo intento de "despedazar".

 

Lo malo, doña Carme, es que ha topado usted con la Iglesia. Una institución con más de 2.000 años de antigüedad. Y la clave de su longevidad no es la sencillez de su estructura, ni el Gobierno jerarquizado, sino el soplo del Espíritu Santo. Ninguna institución humana aguanta 2.000 años. Y menos con algunos de sus protagonistas.

 

Pero el laicismo militante se irrita con la expresión pública de la fe. Desearía, como doña Ana Palacio, que el Cristianismo quedara en la sacristía. Pero la fe es naturalmente expansiva. Sale del armario de manera natural. "Se propone, no se impone". El Estado laico respeta, y fomenta el libre desarrollo de la personalidad, incluido -o sobre todo- el hecho religioso. Para el Estado laico, la religión es un bien a proteger y fomentar, sin que la Administración se convierta en tutora ni que la mera confesión otorgue privilegios sociales y políticos. Pero el laicismo militante es diferente. Le molesta la fe. Le escuece la trascendencia. Censura todo lo que huela a incienso. Sospecha de la religión. Cuarentena a los clérigos. Y eso no es Estado laico, amiga Chacón. Eso es persecución, "despedazar" a la Iglesia.

 

Porque, al fin y al cabo, Monseñor Cañizares no ha hecho otra cosa que recordar la doctrina católica. La misma que reiteró Juan Pablo II en Lourdes: La defensa de toda vida humana desde el momento de la concepción hasta la muerte natural. Doña Carmen, ¿a qué está esperando la izquierda para dar la batalla del aborto? ¿Existe alguien más débil e indefenso que el no nacido que se encuentra en el seno de su madre?

 

A la vicepresidenta primera del Congreso también le ha molestado mucho el discurso de Monseñor Cañizares sobre el mal llamado "matrimonio" homosexual. El prelado no hace sino recurrir al diccionario de la Real Academia de la Lengua que define el matrimonio como "la unión de hombre y mujer concertada mediante determinados ritos y formalidades legales". Monseñor Cañizares señala la evidencia: Legalizar el "matrimonio" homosexual supone quebrar la misma naturaleza humana. Una naturaleza complementaria biológica y psíquicamente. Lo contrario es someter la realidad a la voluntad humana. Y el problema es que la voluntad humana no siempre puede moldear la naturaleza a su antojo. Y la naturaleza se cobra el desatino con IVA incluido. Los testimonios de los "gays" que han salido del agujero rosa así lo avalan. Los dictámenes psicológicos, también.

 

Pero, ¿a quién le importa la realidad cuando se está hablando de política? De esta forma, los prejuicios ideológicos de Chacón le hacen arremeter contra la Iglesia y contra la libertad de expresión. ¿Qué es el diálogo entonces? Doña Carme debe de pensar que diálogo es lo que harán los nuevos tertulianos de RNE...

 

Sólo faltaba que la Iglesia no pudiera opinar en materia de moral y costumbres. Pero es que, además, Chacón se ha excedido en su falta de respeto institucional. Un respeto exigible, dado que se trata de la confesión mayoritaria de los españoles. Pero también exigible por tratarse de una institución de añejo arraigo, previa al mismo Estado que formalmente la reconoce, como hemos recordando antes.

 

Por eso, el exabrupto de la Chacón sí que produce sonrojo. Vergüenza que un poder público desprecie, ningunee y trate de "despedazar" a la confesión religiosa mayoritaria entre los españoles. Por lo demás, los ‘aprioris' de doña Carme se solventarían viajando un poco. ¿Sabía usted que el pasado fin de semana 40.000 españoles cruzaron a Francia para escuchar al Papa en Lourdes? ¿Sabía usted que la fiesta más importante de agosto es una fiesta mariana? ¿Es conciente de que un tercio de la sociedad española acude semanalmente a su encuentro religioso? ¿Cuánta gente acude semanalmente a las distintas casas del pueblo? Favor de no molestar.

 

Por lo demás, Chacón insiste en la bondad de la Ley contra la Violencia de Género y defiende la discriminación positiva porque "a las mujeres se las persigue por ser mujeres". De nuevo, la ideología. Esta vez la lucha de clases se transforma en lucha de sexos: hombre explotador y mujer explotada. No obstante, la realidad nos dice que la violencia en el seno del hogar tiene múltiples direcciones. Tal y como hemos informado en estas pantallas, también mueren hombres a manos de sus mujeres. Y no pocos. Suponen cerca del 30%. Pero es que, además, también mueren mujeres a manos de sus hijos. Incluso, a manos de sus padres.

 

La tragedia de la violencia doméstica es mayoritaria en el eje hombre-mujer, pero no la única. El origen está en un entendimiento del hogar como espacio de lucha. El pulso sustituye al descanso y la comprensión. El roce de la convivencia se enquista y la falta de respeto deriva en violencia. No enfrentar la realidad es la mejor manera de no solventarla. Porque la ideología construye castillos de naipes mentales extraordinariamente endebles. Pero Chacón sigue con sus orejeras feministas. Ya saben: "Una mujer vale por cinco hombres". Vale. ¿Y luego? Luego, nada. Luego, el hastío. Porque, incluso ganando la "batalla", el anhelo de complementariedad sigue vigente. Por eso, los "progres" están profundamente amargados. Lástima.

 

Luis Losada Pescador