Obra cumbre del primer diputado católico en el Parlamento de Westminster desde Enrique VIII, un historiador que pensaba -no, no es una reiteración- y cuyas palabras vienen al pelo para la actual reforma laboral que se votará el martes en el Congreso. Belloc asegura que el capitalismo está trayendo consigo la reimplantación de la esclavitud, una sociedad de siervos proletarios, incapaces de acceder a la propiedad. Ojo a la cita porque resulta de rabiosa actualidad: la masa proletaria se ha acostumbrado a vivir, semana tras semana, bajo el peligro del despido, y se ha vuelto sumisa y dispuesta ante la amenaza de la mayor reducción de los salarios, de esos salarios que apenas alcanzan justamente para sobrevivir.
Traduzcamos: es cierto que la reforma laboral presentada por el Gobierno Zapatero no es más que una reformita, un asomo de proyecto, que no trata las cuestiones claves de una verdadera reforma laboral creadora de empleo: despido libre -pagado, pero libre-, reducción de impuestos laborales, cuotas sociales por IVA, descentralización de convenios, reducción del peso muerto de los delegados sindicales, los que no surgen de las elecciones, etc., en resumen, los elementos claves de una reforma laboral.
Todo eso es cierto, pero aún más preocupante es que, en la reforma laboral, no se hable de la contraprestación lógica para el trabajador por cuenta ajena, que no puede consistir en una promesa de futura creación de más puestos de trabajo sino de subida presente de salarios, del famoso salario mínimo, porque lo cierto es que en España se cobra muy poco. Y si usted aplica el despido libre y encima exige recorte de salariaos que, en algunos casos, en España, son de mera subsistencia, pues mal vamos.
El salario medio español es la mitad del alemán y menos de la mitad del británico. En esas condiciones, ¿cómo no van a organizar los sindicatos todas las huelgas generales del mundo? ¿Se les exige a los trabajadores todos los sacrificios, no se les da nada a cambio y se pretende que enmudezcan?
Esta situación sólo se entiende desde la sumisión que denunciara Hilaire Belloc hace ya un siglo. Las cosas siguen igual desde entonces, al menos en este aspecto, porque si la reforma laboral consiste en bajar los salarios entonces es que vivimos en un Estado servil.
Bien entendido el objetivo último del pensamiento económico libre no consiste en que el obrero cobre un salario digno sino en que se convierta en propietario, que es algo bien distinto.
Eulogio López
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