Gran enfado en la City madrileña, en la económica y en la política. 1,3 millones de irlandeses –no dicen repugnantes bebedores de cerveza pero casi- han decidido por 500 millones de europeos de 27 países: ¡Vergüenza! ¡Y con las ayudas que les hemos dado a estos ganapanes! ¡A quién se le ocurre hacer un referéndum?

Es verdad: de una población de 4,5 millones de irlandeses, con una abstención del 58%, han acudido a cumplir su ciudadano deber los antedichos: 1,3 millones. Ahora bien, ¿acaso las votación no es la raíz de la democracia? ¿Acaso el referéndum no constituye la votación más democrática de todas, aquellas donde decide el pueblo? Poco más de un millón y medio de irlandeses deciden por 500 millones de europeos sí, pero, ¿acaso un Gobierno de menos de 20 miembros no toma decisiones todos los días por millones de ciudadanos? ¿Y acaso no gobierna al 100 por 100 el PSOE con algo menos de un millón de votos más que el PP? Y lo mismo ocurre en casi todos los países. La democracia tiene un límite en el sentido común y en la fragilidad humana, y hay que respetar esos límites. Creo que más que repudiar al nobilísimo pueblo irlandés, que siempre pondrá poner en pié de guerra un ejército de 10.000 poetas y 20.000 juglares, deberíamos preguntarnos por qué suceden estas dos cosas tan preocupantes: 1. La mitad de la población pasa de votar. 2. La Unión Europea, el gran proyecto de –ya- tres generaciones, no despierta entusiasmo alguno. Esta es la tarea a la que deberíamos aplicarnos todos. Porque, además, recordemos que se votaba el Tratado de Lisboa, es decir, un acuerdo económico, que no una constitución, que el francés Nicolás Sarkozy propuso para enmendar la plancha del Tratado constitucional de Giscard d'Estaing. Y no: si se quiere construir un país, al menos en la edad moderna, lo primero es una Constitución, un listado de derechos y deberes que respete la libertad individual y defienda la igualdad de todos los componentes, de los 500 millones de europeos de 27 países. El atajo de Sarkozy no ha funcionado, pero lo que no vale es acepar la democracia cuando me gustan los resultados y negarla cuando me disgustan. Hay que hacer otra Constitución que respete las raíces de Europa, que son cristianas, y hay que entusiasmar al pueblo europeo, y sólo se le ilusionará cuando contemple cómo sus políticos son generosos y avanzan hacia la unidad cediendo poder. Esa es la tarea del europeísmo a día de hoy. Eulogio López eulogio@hispanidad.com