Relato una historia dramática, provocada por un aborto inducido."Tengo 31 años y hace uno que asesiné a mi hijo en un chiringuito abortista.
Mi historia es dolorosa. Todo pasó cuando conocí a mi novio y quedé embarazada. No tenía medios económicos.Con alegría fui a contarle a mi madre que estaba encintada. A partir de ese momento empezó mi pesadilla y mi calvario. Mi alegría pasó a una tristeza profunda, nerviosismo y angustiosa desesperación.
Mi novio me dijo: tienes que abortar. Comencé a llorar desesperada, quería a mi hijo, lo sentía ya dentro de mí y no quería abortar. Llegué al cuchitril. Quería salir corriendo pero no podía, estaba paralizada, mis verdugos estaban alrededor. Quería proteger a mi hijo, pero nadie me ayudaba.
Vomité tres veces. Un mÉdico me llamó para que entrara a la sala. Ya sentía a mi hijo, le latía el corazón. Eso de que los niños no sienten y que no es un ser vivo, es todo mentira.
La habitación estaba húmeda y hacía frío, todo era muy tétrico, se olía a muerte en cada rincón del chamizo. Entré en la sala para que asesinaran a mi hijo y me temblaban las piernas y me desmayé. Me ataron al potro con correas.
Desperté llorando, estaba vacía. No sentía a mi hijo. Lo habían matado. Me sentía sucia y una mala persona. Después de abortar sentí que aquello era mi muerte, estando viva.
Perdí quince kilos, empecé a beber y todos los días lloraba por la muerte de mi hijo. Ahora tomo antidepresivos y estoy acudiendo a unas sesiones de atención psicológica en AVA.
Si no fuera por su ayuda me habría quitado la vida, que se acabó el día que mate a mi hijo. El aborto me destrozó la vida".
Clemente Ferrer Roselló
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