¿Rasgarse las vestiduras por una reforma sin concretar, fechada para 2020? Salarios, no subsidios; reducir gastos, no aumentar ingresos. No se trata de desislamizar Europa sino de cristianizarla. Una, triste, historia vascongada.
A los políticos les encanta pronunciar frases solemnes, aunque sean indeciblemente idiotas. La reforma constitucional aprobada por el Congreso el pasado viernes 2 de septiembre, ha supuesto para los nacionalistas la "ruptura del pacto constitucional" y, para otros, Izquierda Unida y el 15-M, "el paso de la democracia a la dictadura".
Obsérvese que la reforma entrará en vigor en 2020, dentro de nueve años, y que aún se desconoce cuánto se reducirá el déficit estatal y el autonómico. De hecho, pone como referente a Europa, que desde el malhadado Tratado de Maastricht que marcó el fin de la Europa de la solidaridad y el comienzo de la Europa de los mercados que fue fijada en dos variables muy sencillas: que el déficit fiscal no supere el 3% del producto Interior bruto y que la deuda no rebase el 60% del PIB.
Curiosamente, a los únicos a los que se lo ponen difícil es a los ayuntamientos: esos tendrán que presentar presupuestos cero, igualar gastos e ingresos, que es una imposición mucho más dura y que, aún y todo se queda corta: la única solución para solucionar el derroche de un par de décadas, cuando tienes ya deuda acumulada que pagar, la única solución posible es ingresar más de lo que gastas, es decir, el superávit público.
Por tanto, ¿A qué tanto follón? Pues por dos motivos. Los nacionalistas, por una razón de poder. Quieren ser ellos los que dedican cuanto se recorta el déficit. Curioso: no les importa que Bruselas les imponga un déficit del 3% pero sí que lo haga España, es decir lo que ellos denominan Madrid.
Como me decía un amigo periodista, nacionalista vasco, "yo de Bilbao a Bruselas sin pasar por Madrid". Los diputados nacionalistas catalanes -¡Qué desilusión me he llevado con Durán Lleida!, así como el resto de nacionalistas y regionalistas, no discuten la medida, lo que discuten es su cuota de poder. Parecen olvidar que en el Congreso de la nación, no son diputados que representan a Cataluña, Galicia, Canarias, País Vasco o Navarra: son diputados que representan a todos los españoles, no sólo la circunscripción por la que fueron elegidos. De hecho, la prueba del nueve es que las leyes que votan afectan a los 46 millones de españoles, no sólo a sus votantes. Y en nombre del trabajo que realizan para esos 46 millones cobran su sueldo, sus dietas y su pensión.
La izquierda se opone por otra razón: la izquierda quiere gastar para repartir subvenciones. Ahora las subvenciones públicas que siempre implican una discriminación con el no subvencionado- se les llama derechos sociales, curiosísimo corrimiento semántico que parece olvidar que, al final, los susodichos derechos no son espirituales sino extraordinariamente materiales, pecuniarios, y que constituyen un regalo a unos pocos pagados por todos-. ¿Solidaridad? No, porque la solidaridad es libre, mientras que los derechos sociales los pagamos queramos o no, de forma coercitiva.
¿Qué ésta defendiendo Izquierda Unida y el 15-M? Están defendiendo puesto de trabajo o su protagonismo social. En efecto, cuanto más deba el Estado más asegurado tienen su puesto o su protagonismo, es decir su poder. Porque el Estado son los gobernantes o cualquier otro, por ejemplo editores y manifestantes- que pueden influir sobre los que mandan. Que no, que no están luchando por los pobres sino por ellos mismos. La prueba del nueve: si luchan por los pobres desde la función pública, lo que deberían hacer es reducir su salario público a salario mínimo y dedicar el resto a asegurar los servicios sociales. Por ahora, no veo a Llamazares y demás compañeros mártires en esa postura.
Salarios, no subsidios; reducir gastos, no aumentar ingresos.
Atenazados por la crisis, los gobiernos europeos quieren reducir el déficit fiscal, bajo el principio –que ahora mismo, como he dicho se queda corto de aumentar los impuestos para cuadrar las cuentas-. Pero es que no se trata de aumentar los impuestos sino de reducir el gasto público. Se trata de que el Estado se comporte como una familia. Cuando no pueden pagar la hipoteca del piso, las familias no ingresan más, porque no pueden pedirle a su empresa para la que trabajan que les aumenten el salario, sino que supriman gastos de segunda necesidad. Vacaciones, coches, cenas en restaurantes, joyas, etc. Pero los políticos no, los políticos pueden elevar los impuestos, porque no los pagan ellos, sino el conjunto de los ciudadanos
En relación con esto los políticos, la derecha y la izquierda- aseguran que mantendrán el Estado del Bienestar, es decir los subsidios. Pero es que para la gente de bien -que no quiere vivir del cuento, sino de su trabajo- no quiere que aumenten los subsidios sino el salario que se ganan con el sudor de su frente.
Caso español: no se trata de alargar el subsidio de desempleo sino de aumentar los salarios, que son bajísimos en nuestro país, poco más de la mitad de la renta europea. Si a los ciudadanos se les pide un esfuerzo de ajuste, se les exige más inseguridad en el empleo y se les suben los impuestos… lo lógico es que compensen todos esos esfuerzos con salarios más altos. En Hispanidad ya hemos dicho por donde hay que empezar: por el salario mínimo, que indicia toda la escala salarial. En otras palabras: el salario mínimo debe subir hasta los 1.000 euros netos al mes (ahora son 641 brutos) por ocho horas de trabajo. Incluso la gente está dispuesta a trabajar más, siempre que cobre un salario mínimo para mantener a su familia.
Toda la crisis financiera actual se basa en unas políticas económicas que desde hace 25 años, premian al rentista sobre el trabajador y sobre el emprendedor. Pero el rentista llamado ahorrador o inversor- no podría serlo si no tuviera cubiertas sus necesidades. De paso, elevando los impuestos a las renta del ahorro conseguiríamos reducir la especulación financiera, que es la causa primera de la actual recesión.
Es curioso que izquierda y derecha, patronos y sindicatos, exijan moderación salarial. ¡Pero si eso justamente es lo que nos tiene postergados!
Po cierto, la subida del salario mínimo serviría para aumentar la caída del consumo. Porque la crisis no pasará cundo logremos el déficit público sino cuando la economía crezca. Y con este consumo decaído, la economía no puede crecer.
No se trata de desislamizar Europa sino de cristianizarla.
Buena la ha armado el financiero alemán Thilo Sarrazin con su obra contra la inmigración musulmana en su país, que, según él, puede conducir a la disgregación alemana. Es un sentimiento que comparten muchos españoles y que lleva a la misma conclusión; reducir el número de musulmanes que viven en Europa. Y lo malo no es que vengan sino que forman guetos, colectivos encerrados en sí mismos y hostiles al país de acogida.
Pero el problema, como advirtiera Angela Merkel –oiga, que también puede tener razón, de vez en cuando- no consiste en desislamizar, sino en cristianizar Europa. Miren ustedes: hablamos de cosmovisiones. La cosmovisión musulmana no tiene media torta frente a la cristiana. En condiciones de libertad, el credo islámico –no digamos nada su imposición en la vida civil por la fuerza de la ley- al Islam sólo se apuntan unos cuantos desinformados y la correspondiente porción de fanáticos, sobre todo por una razón: el cristiano es hijo de Dios mientras el musulmán es siervo del binomio Mahoma-Alá.
El problema es que la cristiandad, o sea, Occidente, se ha emancipado de Cristo, ha renunciado a la filiación divina. No perdemos la batalla porque nos hayan ganado la guerra sino porque no hemos entrado en batalla. Para el mahometano llamar padre a Dios es una blasfemia, para el cristiano es una necesidad. Nos hemos autodesheredado de nuestro Padre Dios y así, en efecto, hasta el Islam, por no hablar del panteísmo oriental –mucho más peligroso que le credo de la media luna- que nos está invadiendo. No estamos hablando de homicidio sino de suicidio de Europa.
Políticamente, se trata de aplicar un sano principio de reciprocidad. En Libia tenemos un buen ejemplo. Los bombardeos de la OTAN han echado a Gadafi del poder pero lo han sustituido por la ley islámica, y Europa, seguidora de un vanidoso Sarkozy, empeñado en ser la estrella del firmamento diplomático internacional, va a volcar todo su poder económico en ayudar a imponer la Sharia en Libia. En lugar de eso, lo lógico sería que condicionáramos nuestra ayuda militar y económica a la libertad de culto cristiano y a la libertad de expresión en los países árabes liberados'. Sarkozy, en uno de sus discursos más bobos, asegura que los principios democráticos son universales. Ciertamente, lo que ocurre es que él, y con él todo Occidente, no exige tales principios a cambio de ayuda, por el contrario, está fomentando el fundamentalismo con esa ayuda: ¡Hay que ser lelo!
No olvidemos que el Islam impone la Sharia mientras la cristiandad propone seguir a Cristo. Se lo diré de otra forma. La única forma de salvar a Occidente es cristianizar Occidente, no impedir que entren los islámicos, aunque, eso sí, salvando el principio de reciprocidad, las políticas de Barack Obama y Nicolás Sarkozy han olvidado dicho principio para satisfacer su vanidad personal.
Una historia vascongada.
Oculto el hombre del autor, que ha sufrido en sus carnes el zarpazo de ETA, pero no me resisto a publicar el esclarecedor contenido de su escrito. Ahí va:
1. Un antiguo dirigente del PNV – es un capullo, pero es alguien - me decía hoy mientras paseábamos por Zarautz que cuando ETA cuelgue la capucha, llegará la independencia. "PNV, Bildu y Sortu - decía - dominarán la escena política tras el fracaso del inmigrante López y del heredero del fundador del Banco Hispano Americano [se refiere a Basagoiti]". Que nadie se haga ilusiones sobre la normalización de nuestra "tierra de martirio", como la llamaba Pérez Galdós. Cambiarán pistolas por cuchillos de trinchar cordero y mafia.
2. El PSOE y el TC, al legitimar a los amigos de ETA para dar una salida (precipitada) a ese mundo, activaron la neurona de la conciencia independentista y, tras el gran resultado electoral, se produjo en el mundo abertzale un subidón de tensión que no hay forma de que baje. La victoria del 22-M es mucho más importante que la que, en 1.839, representó el Abrazo de Vergara.
3. "La conciencia [vasca] está formada por sus alegrías, sus tristezas, sus recuerdos, sus ambiciones, su sentido de la identidad personal y del libre albedrío. Todo eso no es sino el comportamiento de un vasto entramado de células nerviosas y sus moléculas asociadas" que van desde la cabecera del Nervión hasta el Bidasoa pasando por el valle del Urola. (Francis Crick en La búsqueda científica del alma). Si la conciencia queda definida por nuestro conocimiento de lo que hacen las neuronas que componen el cerebro, debemos advertir que la mayoría de las neuronas vascongadas, debido a las fracasadas políticas llevadas a cabo desde Cánovas a ZP, no se identifican en absoluto con las del resto España. Esa es, por desgracia, la cruda realidad.
Pascual Sala, presidente del Tribunal Constitucional, legalizó Bildu con el apoyo del Gobierno Zapatero. Pretendían dar carnaza a la bestia para que se tranquilizara y la bestia les mordió la mano. Bueno, la suya y la de todos. Pero no se equivoquen: el desastre vasco tiene por origen la soberbia vasca. Demasiada gente en Euskadi lleva mucho tiempo encubriendo su cobardía en identidad nacionalista. En un síndrome de Estocolmo que afecta a demasiada gente en Euskadi, muchos años repitiendo y viviendo las deleznables palabras del inefable Arzallus: "Unos menean el nogal y otros recogemos las nueces".
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com