Emilio Botín atraviesa el peor momento de toda su historia profesional. De propina, la prensa gubernamental española arremete contra su aerolínea de bandera, Iberia, para salvar la cabeza de la ministra: esto es España.
Un país tan cateto como España, que se respeta tan poco a sí mismo, es presa fácil para cualquier campaña internacional. Esta vez, el golpe ha llegado desde dos puntos al mismo tiempo: los dos diarios económicos más famosos del mundo: el americano y el británico. Pero no hubiera sido posible sin el cainismo interno que caracteriza a la piel de toro. Veamos:
La edición de Wall Street Journal del martes 13 abría con un durísimo golpe al primer banco del país, el Santander. La Fiscalía anticorrupción investiga a Emilio Botín y el caso Santander por el caso Madoff. Efecto inmediato: la cotización del Santander se hundió en bolsa por debajo del Ibex así como al de su filial Banesto.
Lo curioso del caso es que la información ha sido filtrada desde la propia Fiscalía anticorrupción española en un caso que no le atañe.
Veamos, por lo que respecta al caso Madoff, la diferencia entre Santander y BBVA -igualmente perjudicado en el parqué- es que mientras la entidad con sede en Bilbao perdió 300 millones, pero de dinero propio, el grupo con sede en Santander perdió sólo 17 millones de su propio pecunio pero hizo perder unos 2.300 millones a clientes. Grandes clientes, dicho sea de paso, nada que ver con el caso de los bancos islandeses o con los bonos de Lehman. En definitiva, no parece un caso para anticorrupción. De hecho, en los embrollos de Banif con los clientes de Lehman y Atrium sí puede haber habido pecado de ausencia de información al cliente. En Madoff menos, porque se trata de clientes con gran capacidad de información y asesoramiento, en otras palabras, con mucho dinero.
Y, sin embargo, la Fiscalía lo filtra al Wall Street, provocando el desprestigio total del Santander en todos los mercados. Y estamos hablando de la primera potencia financiera de España. Curioso.
Pero el asunto no acaba ahí: al cainismo se une el catetismo. La agencia de riesgo Standard & Poors ha sometido a revisión el crédito del Reino de España. Someter a revisión a la baja significa, de hecho, bajar esa calificación, pues los mercados reaccionan de inmediato. Total: que a una economía que tanto le cuesta financiarse como la española, tendrá que pagar más caras sus emisiones.
Precisamente S&P, que junto a Moodys, la otra gran agencia de riesgo crediticio otorgaban las máximas calificaciones a bancos de inversión quebrados, como Lehman Brothers. Las agencias de rating no han pedido disculpas ni han cambiado de actitud. Viven y reinan y todo el mundo sabe que si una institución pública o privada reclama sus servicios, y les proporciona los datos para ser juzgado -como un auditor- es posible que las conclusiones sean más piadosas que si lo hacen de oficio. Bien es cierto que si quieres operar en los mercados, seas Gobierno o corporación, necesitas esos rating, pero todo el mundo sabe que es como la ITV: no aumentan la seguridad pero todo el mundo tiene que pasarlas.
Tras el desprestigio total de las agencias de riesgo, a los que la canciller alemana Ángela Merkel considera -junto a los bancos de inversión- los principales causantes de la crisis financiera actual. Ni Moodys ni S&P cambiaron de actitud en momento alguno: ni pidieron disculpas ni se sometieron a control alguno ni perrito que nos ladre. Y por toda respuesta, el vicepresidente Solbes asegura que no están preocupados. La verdad es que es difícil preocupar a don Pedro. Por cierto que Emilio Botín tenía por costumbre recibir a los enviados de las agencias de riesgos con los pies encima de la mesa. Pero ZP no responderá, Solbes, tampoco.
En cualquier caso, el desprestigio de la economía española no puede ser mayor. Esto encarecerá nuestra deuda y reducirá las inversiones; las dudas que se han sembrado sobre la capacidad de nuestra economía, dudas que acrecientan las propias instituciones españolas. Verbigracia: Con tal de salvar la cabeza de la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, el Gobierno se ha aliado con los pilotos o del SEPLA para achacar las culpas del caos de Barajas a la compañía Iberia. Parece inconcebible que un Gobierno eche mugre sobre una compañía básica para el turismo y la economía nacionales. Con tal de no ofrecer a la oposición la cabeza que solicita, la prenda adicta a Moncloa y los medios públicos han pasado a titular: Continúan los problemas de Iberia, aunque son muy conscientes de la huelga de celo -negada- de los pilotos, están en el origen de asunto, así como la falta de preparación del Aeropuerto -responsabilidad de Fomento- ante las nevadas.
A partir de ahí se trata de desprestigiar a las grandes empresas para que sean absorbidas por compañías foráneas.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com