Encontrábame yo en una nutrida redacción periodística española, cuando Nativel Preciado, fina pluma, alma templada, rompió un póster de una Ana Obregón aspirante a resfriado y cuadro catarral anexo.

Naturalmente, y entre el pitorreo general, todos acudieron a afearle a Nativel una conducta que, cuando menos, atentaba contra la libertad de expresión, el pluralismo periodístico y qué sé yo cuántas cosas más. A todo esto, Preciado, se justificaba de esta forma:

-Podía ser un poco más solidaria.

Quiero aclarar aquí (por si los hispanos lo desconocen, porque en España lo sabe hasta el potito) que Preciado no forma parte de la orden de las Misioneras de la Caridad, de la Madre Teresa, y que nunca se ha distinguido por una postura pía, jamás censora, sino que más bien forma parte de la avanzadilla progre-periodística, sección femenina. Y, pese a todo, una buena persona, oiga usted.

Pues bien, se me quedó grabada la reacción: ¿Solidaria? ¿Solidaria con qué? Parecía claro que era solidaria con el resto de las mujeres, a las que el exhibicionismo de doña Ana las convertía en meros objetos, sólo dignos de eso que ustedes están pensando.

Me recordaba otro eufemismo que pronunciaban, tiempo atrás, las madres cuando se dirigían a sus hijas, que tenía todo el sentido del mundo, una de esas frases que no necesitan explicaciones para comprenderse a la primera: "Hija, vas dándolo todo". Y como la expresión no necesita explicación alguna, pues me la ahorro.

Ambas situaciones, o ambas expresiones, vienen a cuento de la sentencia que un tribunal japonés ha dictado contra el presidente de una editorial de cómic-manga, por su contenido claramente obsceno. Por vez primera en un cuarto de siglo de cómic pornográfico, un juez ha decidido que hasta aquí hemos llegado y de aquí no pasamos. 

La primera observación que provoca la sentencia es una vuelta al correcto uso del término 'obsceno', utilizado, desde hace 25 años, para describir un montón de actividades, sin duda repugnantes (el robo, la delación, la mezquindad), pero no obscenas.

Ahora bien, Nativel Preciado apela a la "solidaridad", las madres a reservarse para quien lo merezca... simplemente, porque tanto la una como las otras habían prescindido de la inmoralidad de la obscenidad. No se habrían ni atrevido a plantear la cuestión en esos términos, no les fueran a calificar de retrógradas. Ha tenido que ser un juez japonés (un pueblo más salido que el pico de un queso y sin ninguna formación catequética pueden creerlo) quien establezca un límite. ¿En nombre de qué? Pues no está nada claro, pero hay que exigir un límite, ya buscaremos la justificación moral del mismo, a fin de que no sean miriadas de jóvenes los que estén atravesando el límite cada día, simplemente porque, con la ausencia de límites (como creo haber dicho antes) se corre el riesgo de confundir lo habitual con lo normal. En el caso de la pornografía, lo omnipresente con lo aceptable.  

Eulogio López