Yo no sé donde vamos a parar. Miren ustedes lo que ha ocurrido en el pueblo de Abenójar, provincia de Ciudad Real. Una pobre mujer de 52 años de edad, de nombre María Rey, decide contraer matrimonio con Dulce, que no es un señor, sino otra señora, con la quien llevaba cohabitado desde hace 15 años. Y sólo por eso, por elevar su amor a la categoría de matrimonio, el reaccionario del cura le echa de la Cofradía del la Virgen de la Encarnación.

Naturalmente, María Rey, que se confiesa muy devota de la Virgen, ha aplicado un bálsamo de caridad cristiana ante la prepotencia eclesial, y les ha recordado que la "Iglesia está para unir, no para separar". Muy cierto, doña María. Precisamente con el mejor ánimo de unidad, buena parte del pueblo -sin ir más lejos, todo aquél que quiso salir en el telediario de RTVE, uno de los que dispone el aparto zapateril-, ha lanzado un campaña de alta profundidad teológica, afirmando que es muy devota de la Virgen de la Encarnación, cofrade veterana y que no percibe contradicción alguna entre su tortillerismo y su pía actividad.

Naturalmente la culpa la tiene el Obispado, que es de lo más cavernícola. Ya lo decía Astérix, "esto de que los dioses se comporten como si fueran amos tiene que acabarse". Es sabido que una cofradía es una institución eclesial dedicada a la evangelización, la penitencia y la caridad. Así que cuando doña María evangelizaba o era evangelizada sobre el matrimonio, ¿qué decía? ¿Qué escuchaba? Particularmente, estoy muy interesado en ello.

Uno de sus convecinos opinaba que "eso", o sea lo del lesbianismo, está a "la vuelta de la esquina" o sea, que "hay que respetarlo". Meridiano: es lo mismo que ocurre, por ejemplo, con el robo, la extorsión, el chantaje, la violación y el homicidio. Están ahí, a la vuelta de la esquina.

Toda la historia de la civilización y toda la historia de la democracia se cimenta en el pluralismo externo y condena el pluralismo interno, es decir, condena la incoherencia. Y toda la locura contemporánea consiste en ese llamado pluralismo interno, que no es más que inconsistencia moral y locura intelectual, es decir, inmoralidad y demencia.

Traducido: doña María es libre para apuntarse a una cofradía católica, e incluso para marcharse de la misma cuando le venga en gana y apuntarse al Comité Anticlerical de Abenójar, o al Club Rotario de Ciudad Real. Eso sí, cuando se apunte al Club Rotario (por el momento, no creo que hasta Comité anticlerical en Abenójar) deberá respetar la reglas de dicha institución. Si pretende cambiarlas, los directores le dirán amablemente, que se dedique, por ejemplo, a las cofradías religiosas, o a la asociación de costureras de Abenójar.

Por lo general, la gente es consecuente de que el pluralismo interno es una ‘grossen chorradem', y que no puede pedir a Raúl que, de vez en cuando, para variar, para ser pluralista, se meta un gol en propia puerta y beneficie al Barça. No, es muy consciente de que todos sus goles, el 100 por 100, deben colaborar a la mayor gloria del club que le paga. Sin embargo, cuando se trata de la Iglesia Católica, miren ustedes por dónde, entonces sí: pluralismo interno.  

Digo que si lo que se pretende es ser bollera, con gaymonio incluido, y al tiempo ser miembro de una cofradía católica, entonces -¡Dios me perdone!- doña María deberá ser acusada de doble moral. Y eso es algo muy feo. A día de hoy, mucho más grave que el lesbianismo. A fin de cuentas, el tortillerismo te lo encuentras a la vuelta de la esquina y, por tanto, es muy respetable.

Eulogio López

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