En mi opinión, la anécdota que mejor define a Jesús Polanco y a toda la generación progre –la del mayo francés del 68- ocurrió durante los primeros consejos de administración celebrados por Canal , allá por la segunda mitad de 1990. Como se sabe, en ese consejo estaba todo el poder económico hispano: Los Botín, los March, el BBVA, etc.
Había que lanzar algo distinto, porque la TV era de pago y por aquel entonces a PRISA no le convenía competir en abierto, así que Canal Plus, en un alarde de originalidad se lanzó a emitir pornografía, como apelación a un público instruido y sensible. Pues bien, toda la oligarquía financiera cayó como muerta. Carlos March, para quitarse el muerto de encima, incluso solía bromear en los salones capitalinos o mallorquines con el cine porno del liberalismo ilustrado (así se definía El País). Todo muy edificante.
Pero hubo alguien que decidió ser coherente. Se trataba de Emilio Ybarra, presidente del BBVA quien ordenó a su representante, Antonio López, entonces portavoz de la entidad, que mostrara su disconformidad en el Consejo del Plus, donde, por cierto, PRISA sólo poseía el 25% de las acciones pero, norma de la casa, mandaba como si tuviera el 101 por 100. Pues bien, Polanco no sólo reaccionó en defensa del porno con la prepotencia en él habitual cuando alguien le contradecía, sino que llamó a Ybarra para afearle su ‘lamentable' conducta.
Anécdota representativa del personaje pero también de toda la aristocracia política y económica de la generación progre, que se caracteriza por algo tan simple como su falta de coherencia. Por decir algo, El País, cuna del feminismo, es el diario español que durante toda la etapa democrática más se ha lucrado con la prostitución, forma suprema de cosificación de la mujer.
Si Polanco ha sido el arquetipo de la generación progre española, del felipismo. Como recuerda su segundo Janli Cebrián, su referente ideológico ha sido Dionisio Ridruejo. No podía ser otro. Dionisio pertenecía a esa derecha que se autotitula liberal pero que está muy próxima al fascismo. Sí, no se asusten: el fascismo, habrá que repetirlo una vez más, no es la dictadura de las clases medias, sino la deificación de la nación. El fascio musoliniano soñaba con una Italia imperial desde al ateísmo más recalcitrante. Italia era el nuevo dios, y Adolf Hitler lo único que hizo fue darle a ese "nacional-socialismo" una tonalidad racista.
Dionisio Ridruejo, como todo el fascismo español no es comparable a nazis ni a fascistas, porque, también habrá que repetirlo, el fascismo español estuvo trufado de cristianismo, que le arrebató sus peores instintos. Como un vino aguado: es difícil agarrarse una ‘melopea' con tan aguado brebaje. Ridruejo pertenece a esos falangistas que nunca lograron casar lo incasable: sus orígenes cristianos con su deificación de la patria, porque Cristo no admite competencia.
Sí, Ridruejo acabó siendo antifranquista, al igual que Polanco. Lógico. Entre otras cosas porque es en el anticlericalismo donde se unen progresismo y fascismo. De hecho para pasar de facha a progre lo único que hay que hacer es secundar el viejo aforismo: ¡Abajo los curas y arriba las faldas! Y es que el progresismo puede ser de derechas o de izquierdas, y su único enemigo es la fe cristiana.
Otrosí: con Polanco termina una generación, la del primer progresismo, conocido en España como felipismo, la heredera del mayo francés. Es decir, la generación de un relativismo –nada es verdad ni nada es mentira- peor que al menos creía que las libertades públicas –siempre aplaudibles- iban a ofrecer al hombre un sentido para su vida, lo que evidentemente, es pedirle demasiado a una Constitución, por muy democrática que sea. Lo malo es que ras el Felipismo ha llegado el zapaterismo, que es como el residuo de esa generación progre. Ahora sólo cree en que la libertad consiste en atender a los propios deseos, es decir, a los propios caprichos. En ello estamos.Y todo esto no es ajeno a una afirmación que no puede calificarse de exagerada: la historia de PRISA y de Jesús Polanco es la historia de un continuo ataque a la Iglesia. Y hasta podría decirse aquello de que el enemigo está dentro, porque no es casual el protagonismo que en el entierro de Polanco ha tenido el jesuita Martín Patino. Ha sido, hasta hace bien poco tiempo editorialista de El País en asuntos religiosos. En su día fue vicario general de la diócesis de Madrid en la etapa del cardenal Tarancón, cuando se vació el seminario, quizás porque los seminaristas pasaban más tiempo en las discotecas que con la Summa Teológica. En cuanto llegó Suquía y prescindió de sus servicios, Martín Patino fue acogido por Polanco como especialista en materia religiosa. Los resultados están a la vista. Eulogio López