Los banqueros españoles lanzan la ofensiva neoliberal

 

Ante todo, hay que tener en cuenta que Alfredo Sáenz, el consejero delegado y primer ejecutivo de Santander Central Hispano (SCH), es de Bilbao, y que cuando vuelve a la Ría se siente rejuvenecer. Quizás recuerda sus viejos tiempos en la Comercial y se explaya muy a gusto.

 

Lo cierto es que Sáenz ha sembrado el escándalo con su intervención en una sesión del Círculo Financiero, en la que se mostró partidario de desmontar cuanto antes el Estado del Bienestar, nacido en Europa tras la II Guerra Mundial y que ha supuesto una cierta seguridad en el cobro de pensiones, subsidios, sanidad, y otras prestaciones públicas que van "de la cuna a la tumba".

 

Según Sáenz, "la pregunta es cuánto tiempo tenemos para hacerlo (para desmontar el llamado ‘wellfare') y no es demasiado, no tenemos quince años". Seguramente, los jubilados estarán muy contentos con Sáenz, cuya pensión está más que asegurada por el banco. Y los trabajadores del SCH, también. Por ejemplo, Sáenz podría sobrevivir a la caída del Estado del Bienestar gracias a su salario (4,8 millones de euros en 2002) más un fondo de pensiones acumulado que, por esas mismas fechas, ya se situaba en los 59 millones de euros. Aunque la Seguridad Social quebrara, creemos que Sáenz puede llegar a fin de mes.

 

A final, tal parecía que lo que buscaba Saénz era terminar con el Estado del Bienestar para conseguir el bienestar de los establecidos. Sin ir más lejos, de él mismo.

Ya metidos en vereda, Sáenz añadió que la ampliación a los 10 países miembros de la UE va a suponer problemas de deslocalización en España. Sáenz lo tiene muy claro: en un mundo globalizado, "no se pueden ignorar las posibilidades de trasladar la producción a países emergentes". Y pone un ejemplo muy claro: Los costes laborales en Brasil representan una décima parte de los de otros países más desarrollados.

 

Está clarísimo: hay que cerrar empresas en España, por ejemplo, para llevarlas a Brasil, donde se puede pagar la mitad, la cuarta, la octava o la décima parte a los trabajadores. De esta forma, en España tendremos parados que no podrán cobrar un subsidio, dado que Sáenz ya habrá terminado con el Estado del Bienestar, que no admite subsidios por desempleo, y en Brasil los trabajadores se morirán de hambre debido a sus magros salarios, mientras la inseguridad ciudadana, la miseria y la ignorancia colocará contra las cuerdas a cualquier gobernante, incluido uno tan popular como Lula da Silva.

 

Estaba locuaz el bueno de Sáenz en su tierra, por lo que, ya puestos, se tiró por tercera vez a la piscina. Aceptó que las informaciones periodísticas sobre la compra del Abbey National por SCH eran ciertas. Ya se han roto las conversaciones, pero Sáenz no ha tenido reparos, es un hombre sin complejos, en asegurarnos que si el SCH se hubiera comido al Abbey se habrían ahorrado 500 millones de libras anuales. Naturalmente, habrían reducido personal, habrían multiplicado el trabajo de los trabajadores que se quedaran en plantilla, habrían vendido sedes sociales redundantes, cerrado oficinas y forzado la capacidad informática. Total, que se habrían ahorrado todo eso pero no habrían creado valor añadido alguno. Todo muy interesante para el bien común.

 

Pero estas no son las cosas de don Alfredo, un personaje tan realista que, a veces, resulta peligroso. Justo al mismo tiempo, desde Sevilla, su colega, el presidente de la otra gran potencia financiera española, Francisco González (BBVA), profetizaba que se iban a producir fusiones bancarias en Europa. Nos encanta la forma en que los banqueros españoles hablan de sí mismos como de un tercero. Anuncian fusiones bancarias, es decir, aquellas fusiones que sólo ellos pueden hacer.

 

Pero lo bueno viene ahora. Según FG, los sectores que han vivido un mayor proceso de fusiones son los más eficientes. Cinco Días lo cita así: "Debemos mirar a esos sectores y preguntarnos qué es lo que han hecho para conseguir mejores ratios de eficiencia, es decir, de productividad. Hay diferencias que saltan a la vista, como el grado de concentración".

 

La verdad es que un baquero español debería tener más cuidado con ese tipo de afirmaciones. Las fusiones bancaria en España no han servido para otra cosa que para reducir el beneficio (en el caso del BB y el BV, se tardó cinco años en recuperar el beneficio de los dos contrayentes) y para reducir plantillas. Es decir, para aumentar la productividad a costa de reducir gastos, no de aumentar ingresos ni beneficio para el accionista.

 

Bueno, eso sí, hay un gasto que no se ha reducido, y es el salario del presidente. FG, por ejemplo, obtuvo 3,8 millones de euros de sueldo durante 2003, año en el que había acumulado un fondo para su jubilación de 28,8 millones de euros. Precisamente en 2003, un año negro para el banco, que, seguramente, estaba preparándose para tiempos mejores. A lo mejor, hasta para una fusión.

 

La coincidencia en el tiempo de tan sonadas declaraciones ha molestado ligeramente al Gobierno y a los sindicatos. Entre otras cosas, porque para evitar los desequilibrios globales,  a lo mejor no hay que suprimir el Estado del Bienestar, sino mejorar las condiciones salariales de todo país que quiera participar de esa globalización. Un salario mínimo internacional sería, por ejemplo, otro tipo de solución menos gravosa para el mundo. Al mismo tiempo, las fusiones no aumentan la productividad, pero sí reducen la competitividad. Por eso, está claro que el Estado no puede gravar de la misma forma a una micro-pyme que a una multinacional.