Hemos pasado de la evolución científica a la ciencia evolutiva. Antes, los empeñados en demostrar la no existencia de Dios (mucho más difícil que demostrar su existencia, sobre todo porque Dios sí existe) se daban a al Darwinismo y entonces nos explicaban la película por la mitad: en el principio era la amaba, luego el mono, una cosa trajo a la otra y piano, piano llegamos a Pepe, vecino de Madrid. Y se aplicaron al asunto: buscaron el eslabón perdido o salto entre la materia y la materia inteligente.
Pero lo del evolucionismo no daba para más, sobre todo cuando los postulados de Darwin comenzaron a ser puestos en solfa por antidarwinistas más o menos ateos. Ahora estamos con la "demostración europea de la 'partícula de Dios'". Hablamos del "bosón de Higgs" que suena mucho más científico, "una partícula fundamental, muy pequeñita, una especie de campo invisible presentes en todos y cada uno de los rincones del universo". O sea, como los miclorianos de George Lucas, la fuerza del mismísimo Darth Vader.
Y todo esto es bello e instructivo, un gran avance científico, sin duda, sólo que nos dice nada sobre nuestro origen ni sobre nuestro destino. Porque nuestro origen no depende de una partícula que genera un montón de cosas sino del salto de la nada al ser.
No de algo muy pequeñito a otra cosa muy grande, sino de la no existencia a la existencia. La cosa se explican muy bien unas por otras: lo difícil es explicar cómo es que hay cosas
No se trata de saber cómo la materia se hace espíritu o al menos materia inteligente -que no se lo que es- sino de donde salió la prosaica materia, la primera partícula. Insisto: el salto de la nada al ser. Y eso la ciencia no pude explicárnoslo, sólo la razón. Quizás porque el científico nació después del bosón de Higgs, no antes.
Es igual: los contradiós están muy esperanzados ante la nueva posibilidad de prescindir de Dios. No tienen ningún sentido pero suena bien.
Eulogio López
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