Es como otro testamento de Juan Pablo II, sólo que para periodistas. El domingo 8 de mayo la Iglesia celebra la XXXIX Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales y el Pontífice fallecido dejó escrita una carta apostólica con este motivo, con algunas cuetiones a destacar en la misma. En primer lugar, el polaco recuerda la admonición de Pablo VI: La Iglesia se sentiría culpable ante Dios si no utilizara esos medios tan poderosos, porque, como afirma el filósofo Wojtyla, Los medios de comunicación social han alcanzado tal importancia que para muchos constituyen el principal instrumento de guía e inspiración en su comportamiento individual, familiar y social. Nada menos.
Juan Pablo II quería que los periodistas cristianos predicáramos el Evangelio en los medios informativos, misión ciertamente no fácil en nuestra época, en la que se está difundiendo la convicción de que el tiempo de las certezas ha pasado irremediablemente: para muchos el hombre debería pretender vivir en un horizonte de total ausencia de sentido, mostrando lo provisorio y lo fugaz. Obsérvese que el predecesor de Benedicto XVI no habla de horizonte de ausencia de Dios. No, va más allá: de vida sin sentido alguno.
Y, por cierto, Juan Pablo II se despidió de este mundo con un nuevo elogio a la red de redes, la que ha roto el oligopolio editorial mundial: Internet no sólo proporciona recursos para una mayor información, sino que también habitúa a las personas a una comunicación interactiva. En efecto, Internet es conversión, e interactividad, es libertad.
Déjenme saborear esas palabras. Así, sólo por unos momentos, me permitiré pensar que como periodista 'internetero', en lugar de ser un cretino cualquiera soy un cretino importante.
Eulogio López