¿Es Evo Morales un demócrata? Ni por pienso. Aquí opera la distinción de Aristóteles y la más menos profunda, pero no menos pertinente. Aristóteles se pregunta: ¿Qué es democracia: lo que quieren los demócratas o lo que preserva la democracia? Cholo Toledo le recuerda a Chávez, el gran valedor de Evo Morales: Una cosa es llegar al poder democráticamente y otra gobernar democráticamente.
Lo cual es muy cierto : el caudillo Chávez llegó al Palacio de Miraflores ganando unas elecciones, pero desde que llegó ha decidido controlar al pueblo democráticamente, y suprimir paulatinamente todas las garantías para que se mantenga la democracia, corrigiendo así a Toledo y a Aristóteles (me da que esto último es mucho mas grave).
Democracia es, en efecto, lo que preserva la democracia, o, para no incurrir en tautología, el sistema político que respeta los derechos humanos, esto es, las libertades individuales. ¿Chávez los respeta? No. ¿Morales los respeta? No, en cuanto atenta contra el derecho del individuo a la propiedad privada, a no ser robado. De hecho la expresión más primaria, más simple, de toda la arquitectura de derechos humanos en los que se funda el mundo moderno podría definir así. Derecho a que el Estado me proteja de no ser asesinado y no ser robado, que defienda mis derecho a la vida y mi derecho a la propiedad.
En el caso de Morales hasta se puede discutir que su acceso al poder haya sido democrático. Morales ha rehusado, una y otra vez, aceptar los resultados de anteriores comicios, así como la autoridad de un parlamento elegido por el pueblo : ha boicoteado elecciones y ha llegado al poder por la fuerza de las barricadas, fiel a su identidad de indígena populista. Por populista, es ahora prisioneros de esas masas que le llevaron al poder y que no le tienen por un dios, sino por un ídolo, es decir, que le utilizan como conviene. Nadie sabe quién mueve a una turbamulta ni en qué dirección, pero todos sabemos que el líder que llega al poder gracias a una turbamulta pasa de ser su líder a ser su esclavo.
Pendientes de que la nacionalización decretada el 1 de mayo se refiera a los yacimientos de crudo (en cuyo caso sería buena y lógica) o a los activos de las empresas (en cuyo caso sería una confiscación)
Morales es populista, pero, además, es indigenista. La suprema ingenuidad de José Luis Rodríguez Zapatero y de Antonio Brufau ha sido la misma: situarse de parte del indigenista, por aquello de hacerse los progres, sin darse cuenta de que ni Roma paga traidores ni el indigenismo acepta la amistad de quien considera un colonizador. Morales se ha burlado de Zapatero y ha estafado esto segundo deberíamos ponerlo en confidencial, todavía, aunque todo parece apuntar hacia ello- a Antonio Brufau.
La tomadura de pelo de Morales a Zapatero es, si cabe, más dolosa. Como hoy recordaba Carlos Herrera en Onda Cero (ver nuestro resumen de tertulias de radio y desayunos de TV): les condonamos la deuda y responden con una nacionalización, bramando contra quienes quieres saquean nuestros recursos.
¿Y habrá más nacionalizaciones? Por supuesto : los chicos de don Evo ya lo han anunciado, con un apartado dedicado a la nacionalización y expropiación de tierras. Emilio Botín, muy cuco, decidió largarse con viento fresco de Bolivia. Brufau se ha quedado (quizás porque estaba pillado), pero lo importante no es que Botín gane o Brufau pierda dinero : allá sus accionistas. Lo peor es que Morales se parece cada vez más a Castro y a Chávez, y eso lo sufren, en primer lugar, los bolivianos, y. en segundo lugar, el resto del mundo hispano.
Y otra cosa más: el nuevo indigenismo populista hispanoamericano ni tan siquiera es anticapitalista. Es más, les encanta el capitalismo, aunque sea capitalismo de Estado. No, lo que odian, por eso les llamamos indigenistas, es al colonizador, es decir, odian a España. La petrolera más odiada no es la norteamericana Exxon o la francesa Total, sino a Repsol YPF. No por nada la española ha sido la compañía más paciente con Evo Morales- simplemente: es española, es colonizadora, es nuestro referente: ¡La odiamos! Lo que odian los indigenistas no es a Estados Unidos, sino al colonizador español. Estamos hablando con un dictador de tipo revolucionario pero, además, indigenista. Todos los tópicos son aceptables: las mentiras, amadas.
Eulogio López