Menos mal que todavía existen periodistas como Pablo Ginés y medios como La Razón o Religión en Libertad. Yousef Nadarkhani es un cristiano iraní condenado a muerte por apostatar del Islam.

La verdad es que él nunca fue musulmán, sino cristiano, pero el tribunal de los ayatolás considera que como tiene ascendencia islámica, debe ser ejecutado por apóstata. Oiga, y en la Constitución iraní no figura la pena de muerte pero se aplica siguiendo las instrucciones de ese libertador llamado Jomeini.

Pero ésta es una injusticia más contra los cristianos de las que ocurren cada día en Paquistán, Afganistán, Indonesia, Irán y siga usted contando. No. Lo peor es el silencio del Occidente cristiano. Se imaginan lo que ocurriría -no, porque no va a ocurrir- que en un país cristiano se condenara a muerte a un musulmán por predicar el Corán en una ermita porque sus antepasados eran cristianos y, por tanto, él un apostata? ¿Se lo imaginan?

Pues bien, hasta el momento, ninguna cancillería occidental, ni Hillary Clinton, ni Catherine Ashton, tan preocupada por la primavera árabe tunecina, ni la PESC europea, ni Sarkozy, que también se entiende con los árabes, ni Cameron, que se da baños de multitudes en Trípoli, ni Obama, tan preocupado por la libertad religiosa en el mundo, dicen esta boca en mía en defensa de Nadarkhani.

Naturalmente, el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, el de la Alianza de Civilizaciones, y su canciller, Trinidad Jiménez, encantada de acudir a cualquier foro internacional donde haya cámaras de televisión, han abierto la boca para condenar este crimen contra la libertad religiosa.

La ola de cristofobia que se ha desatado en el mundo árabe, en el mundo chino y en el hindú (aquí sí hay que hablar de hinduismo, no de la India) constituye el mayor atentado contra la libertad y contra Occidente. Pero lo grave no son los ataques de Oriente sino el silencio doloso y cobarde Occidente. En el caso de España, no es algo más que cobardía, es la cristofobia rabiosa de nuestros muy cristianos -al menos en origen- dirigentes y el silencio de los medios informativos.

En Irán se atenta contra la libertad más que en Libia, con la diferencia de que Occidente bombardea a Gadafi y ni tan siquiera habla frente Irán.

Eulogio López

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