El problema no es que tras la decisión de Banco Central Europeo (BCE) de bajar los tipos -jueves 15- la bolsa siguiera bajando, el problema es el descenso de tipos en sí mismos.

Al parecer nos cuesta aprender que el inicio de esta crisis- la más pavorosa, la crisis permanente- es financiera. El culpable de la misma fue la especulación codiciosa en los mercados y el excesivo apalancamiento de las empresas.

Por tanto, la solución política debe apuntar contra estos dos elementos, no a lo contrario: subvencionar a bancos especuladores y empresas apalancadas. Insisto: que quiebren. Y la solución no consiste en dotar de liquidez a los mercados (¿qué es un mercado?) sino a los particulares que consumen y a los inversores (ni bursátiles, que con ese adjetivo hemos prostituido el término inversor). Me refiero al emprendedor.

Ninguna bajada de tipos va a solucionar nada. De hecho, el apalancamiento brutal en el que nos hemos desenvuelto durante la última década se debe a los tipos bajos. Ahora lo que conviene es lo contrario: hemos perdido la noción de riesgo y sólo la recuperaremos cuando el dinero nos cueste dos dígitos.  

Así que un nuevo elenco de medidas contra la crisis sería el siguiente:

1. Tipos al 10%. Ya es hora de comenzar a funcionar con fondos propios y volver a valorar el dividendo. Y ya es hora de que el capital riesgo, verdadero virus de la empresa, desparezca.

2. Nada de subvenciones públicas, especialmente a intermediarios financieros. Que quiebren. Como mucho, proteger al ahorrador, que no al inversor financiero, y hasta un límite. Recuerden que quien tiene capacidad de ahorro es porque ya ha cubierto sus necesidades primarias. Por contra, en España, con la banca más solvente de Europa, hemos pasado toda la mañana del viernes con el rumor de la posible entrada del Gobierno Zapatero en el capital de las entidades.

3. Mejor crear empresas públicas que ofrecer subvenciones públicas a las empresas privadas.

4. Fiscalidad que castigue la especulación, y que distinga entre el profesional y las micropymes y la gran empresa. Son las micropymes y los autónomos los que tiran del país por lo que no deben ser sometidos a la misma fiscalidad que los grandes, que no pagan más, sino menos (basta con observar las cuentas de resultados de los grandes grupos).

4. Reducción fiscal en impuestos laborales (cuotas) y familiares (IRPF y municipales, principalmente). Además graduar el IVA según el objeto comprado.

5. Reactivar el crédito de forma directa: Estado a particulares y empresa, vía ICO, que por ahora sólo ha servido para afianzar a los amigos del Gobierno: Por ejemplo, al televisivo Jaume Roures.

6. Salario mínimo universal. La crisis ha echado por tierra la globalización, así que no es mal momento para recomponer todo el proceso. No puede haber globalización equilibrada si no se compite con unos mismos parámetros: un mismo salario mínimo universal. Mientras no existe ese baremo unificado para competir no habrá globalización o, al menos, no habrá globalización justa.

En el entretanto, continuamos caminando en dirección prohibida, es decir, opuesta a lo que aconseja el sentido común.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com