Giovanni Agnelli ha muerto. El empresario más famoso de Italia pasó su juventud frivoleando por los casinos de moda de la Europa mediterránea (preferentemente francesa) hasta que se hizo cargo del emporio FIAT. Pero su estilo era el de los ricos de cuna: muchas relaciones sociales y administradores que se arremangaban todos los días.
Agnelli concebía los negocios como obra de reducidos círculos de iniciados, patricios de cuna, por supuesto, que se entendían con mirarse, porque todos, por muy distintos que fueran, tenían el mismo destino y el mismo enemigo: los no-ricos.
Agnelli entró en seguida en la aristocracia financiera italiana, gatopardesca en las formas y hasta en el fondo. De la mano de Mediobanca, creó una especie de mafia industrial o de logia aristocrática.
Y el asunto marchó durante los años sesenta, setenta y ochenta. Sólo que en 1990 comenzó el cambio. En primer lugar, se impuso un periodismo económico extraordinariamente preparado, por lo que Agnelli pasó de ser un personaje de la prensa rosa a un directivo auscultado en la prensa especializada. De Guanni, pasó a don Giovanni.
Total, que "el Avvocato" que se vio obligado a entrar en el mundo de la prensa económica y de la aldea global, más que nada para que esa prensa no le masacrara.
Además, en los noventa eclosionan los nuevos magnates de la era de la comunicación (pongamos un Berlusconi, a quien Agnelli siempre despreció). Se distinguían de los empresarios nacidos a la fama durante los años ochenta, verbigracia, Carlo de Benedetti. Estos pretendieron competir con "el Sistema" utilizando sus mismas armas. Por contra, Berlusconi buscó el apoyo del pueblo, a través de la frivolidad televisiva, para combatir a los poderosos. Y la verdad es que lo consiguió.
En cualquier forma, el declive de Agnelli comienza cuando empieza a utilizar sus influencias, las del clan de los poderosos, para permanecer en el poder con el dinero de los demás. Por decirlo de otra forma: cuando considera que su sola presencia es suficiente para contener los intereses de quien sí aporta fondos, sean los mercados financieros o el Gobierno libio. Ahí empieza su caída: cuando los nuevos ricos, o los nuevos gestores de fondos, se hacen la pregunta mágica: además de un apellido, ¿qué tiene Agnelli que no tenga yo?
Los nuevos empresarios, que no tienen por qué ser mejores que los Agnelli, crean una nueva forma de hacer, donde la ligazón entre economía y política se cambia en ligazón entre economía e información para controlar la política y neutralizar la Administración de justicia. Berlusconi es el arquetipo de ello.
Con Agnelli, pues, termina una nueva era: la era del clasismo financiero. Deja a su buque insignia, el grupo FIAT, al borde la quiebra. En vida lo mantuvo unido, pero renqueante. Con su muerte, probablemente el grupo se disgregue por sectores.