El Foro Mundial de Davos, dedicado en la presente edición a la pobreza, es el nuevo invento de los ricos para neutralizar los esfuerzos de los pobres que intentan salir de la pobreza. No hay nada más castrante en la lucha contra la pobreza que unos cuantos ricos reunidos para solucionar este problema. Así, Davos reunió en una misma mesa al primer ministro británico Tony Blair, al ex presidente norteamericano Bill Clinton, al hombre más rico del mundo, Bill Gates, y al líder de U-2, el cantante irlandés Bono, que sigue siendo un millonario. Comprometido sí, pero millonario.
Estamos hablando de la riqueza compasiva, filantrópica, solidaria, progresista: la peor y más cruel plutocracia, sólo que ahora es plutocracia global, que la modernidad es ambiciosa.
El segundo invento de los millonarios para neutralizar la ayuda al desarrollo (la llaman ayuda al desarrollo y, en efecto, la errata semántica es de una ironía sutilísima y cruel: Davos constituye una verdadera ayuda, pero no al desarrollo de los pobres, sino al mundo ya desarrollado, a ellos mismos) se llama foro alternativo, y tiene lugar en Porto Alegre. Para que la turbamulta menesterosa se sienta representada, algo muy parecido a sentirse protagonista de la historia, lo que hay que hacer es darle un foro donde grite a gusto, exhiba pancartas y se rebele contra el poder. La verdad es que Davos manipula Porto Alegre como un marionetista utiliza a sus muñecos o como un ventrílocuo a su personaje.
La gente de Davos, gente elegante, de los que saben emplear los cubiertos en la mesa, nunca entenderá el problema del hambre, la infrahumanidad producida por la falta de afecto en la infancia o la incapacidad para elevarse sobre sí mismos por la imposibilidad de acceder a una cultura mínima. No pueden comprender por qué cuando alguien pasa hambre no toca la campanilla y llama al servicio para que cubra sus necesidades primarias. En el fondo, todo rico es un luterano : todo rico considera que si el pobre es pobre es porque algo malo ha hecho. Y como todo argumento perverso, como todo sofisma, este también tiene su parte de razón. Lo malo es que a nadie se le ocurre oponer un argumento no menos resistente al paso del tiempo : los ricos no siempre son la causa de su riqueza, pero casi siempre son culpables de los medios utilizados para preservarla.
Es igual, el caso es que en Porto Alegre, los teólogos de la liberación, progresistas onegeros, funcionarios de Naciones Unidas, es decir, los verdaderos tiranos de la sociedad actual, se despachan a gusto con todo tipo de necedades. Pérez Esquivel brama contra la injusticia de la deuda pública, que cifra en 1,6 billones de dólares. Cantidad impresionante sí, pero que no quiere decir nada. Las deudas, ¡oh, gran progre Esquivel!, hay que pagarlas. No hacerlo, es, por principio, inmoral.
Por lo demás, la deuda pública de los países pobres suele ser la salsa de corrupción de un sinfín de Gobiernos, porque en medio de la miseria es donde surge el soborno como práctica política. El especulador financiero no es corrupto; por lo general, es un depredador que viste corbata y come en restaurantes de lujo. El corrupto es el gobernante del Tercer Mundo.... que aprovecha la soberanía que administra para emitir deuda pública. Además, la dialéctica de Porto Alegre continúa siendo la misma: la desmesura.
Solicitar la desaparición de la deuda es una desmesura, que conduce a la inmoralidad rampante: en la lucha contra la pobreza, como en la lucha contra el terrorismo, no hay atajos.
Así que, todos los tontos del mundo han creado su cumbre alternativa sin darse cuenta de que con ello no hacen otra cosa que beneficiar a Davos. En Porto Alegre, hay dos tipos de personas: los malos, que saben a lo que están jugando, y los tontos útiles, que son manipulados por los primeros y que me temo constituyen la mayoría silenciosa actual de los asistentes. Los primeros son los partidarios del Nuevo Orden Mundial, verdaderos agentes de los millonarios de Davos. En Porto Alegre, se ha hablado, ¡Qué curioso!, de lo mismo que en Davos: de la reforma de Naciones Unidas. Pasen y vean. Todo el rebaño se ha reunido bajo un mismo impulso gregari ese Nuevo Orden, esa nueva ONU, que pretende imponer el nuevo credo, cuyo primer mandamiento dice así: No es el planeta para el hombre, sino el hombre para el planeta.
En Porto Alegre, les engatusan diciéndoles que el nuevo orden es la paz, y que el culpable de todas las guerras que en el mundo han sido es un tal George, presidente de Estados Unidos. Los millonarios de Davos también hablan de reformar la ONU y del Nuevo Orden o nueva humanidad, pero prefieren incidir en el medio ambiente y en el terrorismo, más que nada porque sería extraño que Ben Laden atentara contra los negros del Congo, pero es probable que pudiera atentar. ¡Cuánto horror, contra ellos!
Los funcionarios que coordinan Porto Alegre viven del dinero de los demás, en este caso público, que ya se sabe que a las ONG´s siempre les ha sobrado la N. Por ejemplo, los verdaderos pobres del planeta no tienen dinero para pagarse el avión que les trasporte a Porto Alegre. Para ser exactos, nunca han montado en un avión. Estamos hablando de ONG´s y profesionales de la solidaridad financiados con subvenciones públicas (y a veces con subvenciones empresariales).
En Davos también se funciona con el dinero de los demás, generalmente, con el dinero de todos los pequeños ahorradores del planeta, a quienes los especuladores financieros despluman a largo plazo, es decir, con encomiable profesionalidad.
Unos y otros viven del dinero de los demás. En Porto Alegre, mandan los Estados, los organismos multilaterales y las ONG´s. Todo, dinero público. En Davos, mandan los mercados financieros, regidos por especuladores con gemelos en los puños de sus camisas. La verdad es que la lucha contra la miseria no radica ni en unos ni en otros, ni en el Estado ni en las multinacionales, sino en la libertad, también de comercio, en la pequeña (insisto, pequeña) propiedad privada, en el salario mínimo digno, etc.
Ni unos ni otros, qué casualidad, braman contra la peor de las guerras y la más cruel de las miserias del mundo moderno. Ni en Davos ni en Porto Alegre se habla de aborto, de esterilización, de utilización de embriones humanos como cobayas. Y desde ese momento, todas sus proclamas, las de los manipuladores y la de los manipulados, se convierten en sospechosas.
A fin de cuentas, el aborto constituye la mayor de las guerras actuales (junto al suicidio), la que provoca más asesinatos de inocentes, la que más vida humana quita al planeta, la mayor de las injusticias. Con el aborto, contra los seres humanos más débiles, están en Davos y están en Porto Alegre. Con idéntico entusiasmo. Es el Nuevo Orden.
Posdata: Muy bueno la propuesta del presidente francés, Jacques Chirac (a la vejez, viruela), proponiendo un impuesto sobre transacciones internacionales para obtener fondos con los que luchar contra el hambre. A la asociación de banqueros suizos, no puedo comprender por qué no les ha gustado. La verdad es que, como buen francés, Chirac se dedica a copiar ideas ajenas y apropiárselas utilizando su capacidad de convocatoria mediática como presidente de un país que algo pinta en el consorcio mundial. Chirac no está haciendo otra cosa que proponer la Tasa Tobin, en honor al fallecido Premio Nobel norteamericano. Y encima lo hace mal, dado que Tobin no hablaba de gravar las transacciones (¿Qué tiene de malo el comercio libre?), sino las transacciones financieras, que es cosa bien distinta. El empresario crea riqueza, el comerciante también; los que no crean riqueza alguna, sino que especulan con la economía real son los mercados financieros.
Tobin pretendía, y es una gran idea, gravar el mercado de divisas, el más especulativo y tonto de todos los mercados financieros.
Aún así, las incógnitas sobre la Tasa Tobin son muchas. Por ejemplo, estas tres: ¿Quién recauda? ¿Quién administra? ¿A qué segmentos va dirigido? Pese a todo, es una gran idea. Al menos, mientras no camine hacia el Gobierno mundial, que no es otra cosa que la tiranía mundial.
Eulogio López