El grupo Recoletos, que lidera Jaime Castellanos, se está convirtiendo en una empresa de vanguardia. Al menos por dos razones. Por una parte, sus directivos se apalancan para hacerse con el poder. Es decir, endeudan a la empresa hasta niveles nada aconsejables, lo que inmediatamente les exige aumentar los beneficios. Como los ingresos no son de goma, y se resisten a aumentar de forma rauda, hay que reducir los costes. En definitiva, hay que echar gente a la calle: apalancamiento y reducción de plantilla: las dos condiciones para convertirse en toda una empresa moderna.
Recoletos, una empresa con fuertes beneficios, no deja de echar gente, también en sus dos buques estrella: Marca y Expansión, empresa que gana dinero, pero no lo suficiente para asegurar un futuro donde más que de gestores hay que hablar de prestatarios que deben satisfacer sus cuotas. Con el apalancamiento desaparece el crecimiento, como por arte de birlibirloque y, naturalmente comienzan los despidos y se resiente la calidad del servicio.
Al último despedido, la dirección le dio esta razón para el finiquito : Cobras demasido. No se entraba en si se merecía el sueldo por su aportación informativa a la empresa. Simplemente cobraba demasiado. A fin de cuentas, para una empresa de vanguardia la calidad del producto es algo secundario.