Mi, no sé si sano, espíritu de llevar la contraria al mundo, me impele a gritar: ¡Viva Bush! Quiero lanzar un viva al personaje más odiado del planeta, al parecer odiado hasta por algunos de sus colaboradores. De otra forma, no se entiende cómo su ticket electoral y cabeza de lista, Dick Cheney, acaba de convertir una cuestión personal en una bofetada a su jefe de filas en plena recta final de la campaña electoral. Resulta que Cheney, padre de una lesbiana que ejerce como tal (supongo que, entre otras cosas, para fastidiar a papá), una lesbiana especialmente promiscua (¿por qué son tan promiscuos los homosexuales?), que hace gala de su promiscuidad, ha contradicho al presidente Bush, que pretende llevar a
Es una de esas frases simples, tan simples que obtienen siempre la aprobación masiva de los simples. En efecto, cada uno que se relacione (entiendo que el señor vicepresidente habla de relaciones sexuales, ¿verdad?) con quien le venga en gana. Por ejemplo, y perdonen la insistencia, con su mascota o animal de compañía (no, el esposo plasta es de compañía, pero no exactamente animal).
Como Cheney no ha leído a Ortega, y no creo que tenga la menor idea de escolástica, habrá que recordar que la libertad humana no es omnipotencia. Los hombres hemos sido creados libres para elegir, pero no para evitar las consecuencias de nuestras muy libres elecciones. Somos libres para arrojarnos al fuego, pero no para evitar las quemaduras consiguientes. Por eso, la ética sitúa a cada ser humano, no ante una posibilidad ilimitada de elecciones, sino frente a aquellas que, siendo física y psíquicamente posibles, se conforman más o menos con la naturaleza humana. Y la naturaleza, una tirana de mucho cuidado, se ha empeñado en crear hombres y mujeres y en basar en la radical complementariedad de ambos sexos el futuro de la raza humana por la vía de la, asimismo complementaria, sexualidad de ambos sexos.
Por la misma razón, Cheney podría haber dicho: Cada uno es libre para echarse a volar desde la cúpula del Capitolio, o cada cual debe tener libertad para asaltar el banco que desea: El Chase o el City.
Uno comprende a don Dick. Es muy duro tener una hija que hace alarde de su lesbianismo. De esa moda, Cheney interpreta el loable cariño que siente por su hija con la realidad, incluida en la realidad de su función como vicepresidente. Cuando el dolor atraviesa el tejido privado, y cuando encima ese tejido se hace público, uno tiende a difuminar la frontera entre lo que es y lo que debe ser. Pero debe resistir, especialmente si es vicepresidente de los Estados Unidos. Al padre de un discapacitado mental le puede doler muchísimo la situación de su hijo, y tal sentimiento le honra: lo que no puede es afirmar que la minusvalía mental es la condición ideal del ser humano.
Veamos la diferencia entre ambos personajes, entre Bush y Cheney. Ambos son multimillonarios, e incluso la leyenda americana del "hombre hecho a sí mismo" nos lleva a pensar que Cheney es más admirable que Bush. De hecho, Bush es rico por su casa, y el origen de su fortuna se remonta a varias generaciones atrás. Cheney, por el contrario, es un multimillonario de nuevo cuño. Ahora bien, mientras los Bush son petroleros emprendedores, Cheney es el tecnócrata que ha aprovechado su carrera política para hacer fortuna, como consejero y directivo de empresas que han trabajado, preferentemente, para el sector público norteamericano.
Bush Oil es una empresa pequeña, comparada con los gigantes del petróleo y la fabricación de bienes de equipos que Cheney no montó, pero en los que participó como conseguidor de contratos…. En el sector público, donde también se ha movido estos años.
Por decir algo, si las cosas hubieran salido bien en Iraq, la multinacional Halliburton, vicepresidida por Cheney y de la que nunca se ha desligado, hubiera subido como la espuma. Por el contrario, si el petróleo iraquí hubiese vuelto a fluir hacia Occidente, petroleras de tamaño medio-pequeño, como
En definitiva, lo que está pidiendo Cheney es la libertad para los millonarios. Los millonarios del mundo son los que han lanzado la cultura de la muerte y el imperialismo demográfico. No están dispuestos a repartir su dinero con los necesitados, pero sí están dispuestos a proporcionarles a esos necesitados los anticonceptivos necesarios para que no tengan más hijos. Es decir, en vez de eliminar el hambre eliminan al hombre, lo que no deja de ser una muestra de su querencia por la estabilidad política. En efecto, muerto el hombre, desaparece el hambre. El imperialismo demográfico es una especie de eutanasia colectiva.
Todos los enemigos de la familia y de la vida se han coaligado contra George Bush, también, ¡ay!, en el mundo hispano. Es más, uno diría que determinados movimientos revolucionarios (por ejemplo, el que está surgiendo en Iberoamérica alrededor de Hugo Chávez) no tienen otra ideología que el odio, no ya a los "yankies", sino a George Bush.
Y es verdad que George Bush comenzó en Iraq (no en Afganistán) una guerra injusta, que consistió en matar moscas a cañonazos y en hacer que pagaran justos por pecadores. Ese ha sido su gran error, pero sus enemigos, los partidarios de la cultura de la muerte, la estúpida progresía internacional, vacía de contenido, lánguida, mortecina y mucho más homicida que los marines norteamericanos, no son quiénes para darle lecciones al presidente norteamericano. Así que, para escándalo de los políticamente correctos, grito con todas mis fuerzas: ¡Viva Bush!
Desde luego, lo que no estoy dispuesto a aplaudir es la libertad de los millonarios.
Eulogio López