Lo malo que tienen los demagogos es que su estereotipo mental, su perfil psicológico, no te deja más alternativa que esta: o someterte o enfrentarte a él. En definitiva, que la coexistencia es imposible. O revolución o sometimiento. Algo parecido a lo que ocurre, por decir algo, con el intratable de Manuel Fraga. Al bolivariano, si le das la mano se toma el brazo, y si no le paras los pies, acabas convertido en su portavoz. Es decir, en su esclavo.
El bueno de Mr. Bean (ignorante -aunque eso se cura con el tiempo-, insensato y malicioso -dos condiciones de más compleja terapia-), es decir, el presidente del Gobierno español, se ha dejado querer por Chávez, que le ha introducido en su banda, ideológicamente capitaneada por Fidel Castro, con la fuerza mortífera del halago, el arma que mejor manejan los demagogos. Así, Chávez ha reclutado a Mr. Bean para la demagogia, mientras, no ya los norteamericanos, sino los propios europeos, tratan de mantener distancias con un hombre que tiene mucho petróleo, pocas ideas y una vocación totalitaria que le consume.
Eso sí, no olvidemos que Chávez es lo que es gracias a una democracia como la venezolana, hundida en la corrupción de todo el arco parlamentario. Y cuando la corrupción te ahoga, la gente se muestra partidaria hasta de renunciar a su propia libertad.
Popular TV fue la cadena de televisión que más hincapié hizo el pasado martes 23 en las declaraciones de Felipe González realizadas en el año 2002, cuando el correligionario de Mr. Bean calificaba a Chávez como un golpista por los votos y por las botas. Porque esa es otra. El segundo problema del caudillo venezolano es que pasa por ser un tipo atrabiliario. Y en verdad lo es, y bastante majadero, así que puede pasar por tipo simpático, ocurrente, divertido. Pero es que, además, pertenece al subgénero de los atrabiliarios peligrosos. Hasta el reciente asesinato del fiscal responsable del juicio por el golpe de Estado contra Chávez (abril de 2002), la oposición callejera contra Chávez, la misma que protagonizó el plebiscito del pasado mes de agosto, era una protesta pacífica, donde empresarios y sindicatos tomaron el relevo de los desprestigiados partidos tradicionales y formaron una piña contra el bolivariano, que caminaba hacia la dictadura a pasos tan agigantados que hizo afirmar a Castro es el mayor demócrata del continente. Con lo que sabe don Fidel de democracia...
Sí, hubo un golpe de Estado contra Chávez en 2002, en el sentido de que se le dio un buen meneo al Estado. Fue destituido por la fuerza y en su lugar se colocó al presidente de la patronal, en calidad de interino. Por la fuerza recuperó el mandato, y por la fuerza tendrá que mantenerlo. Pero no hubo muertos en el Golpe, sino tras el Golpe, muertos provocados por el partido de Chávez, los círculos bolivarianos, algo parecido a las células de acción comunistas o a las escuadras de acción fascistas.
¿Apoyó el Gobierno español de José María Aznar el golpe contra Chávez, tal y como se permite decir él mismo en las narices de Zapatero, ya subsumido en el hechizo demagógico? No. Entendámonos, en abril de 2002, el Gobierno Aznar, y todos los Gobiernos de Occidente, estaba deseando que la conspiración (que eso es lo que fue) triunfase y prescindir del esotérico Chávez. Hasta la CEOE, por aquello de la solidaridad de clase, se adelantó y dijo lo que nunca debió decir. Nadie quiere ver en el mundo hispano a un Pinochet de izquierdas que encima posee mucho más poder que Pinochet: posee petróleo. Ahora mismo, Chávez se ha convertido en el líder de los populistas iberoamericanos (populista es un político que se encuentra a mitad de camino entre la democracia y la dictadura, pero con muchas ganas de llegar a la segunda, que es su meta), el fenómeno más peligroso surgido en el mundo hispano durante las últimas décadas. Ahora mismo, la Argentina, Perú, Ecuador, Venezuela, Panamá y Bolivia, por no hablar de los dos gigantes, Brasil y México, viven en regímenes y, lo que es más grave, en ambientes populistas, es decir, demagógicos. Populismo de izquierdas, siempre del agrado de Mr. Bean. Su principal arma: el petróleo venezolano.
En cuanto ve un incendio, el ministro de Asuntos Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos, se arma de coraje, agarra un bidón de gasolina y acude presuroso en socorro del vencedor. Así, débil con los fuertes y fuerte con los débiles, la puesta en escena de Chávez, su secuestro político de Mr. Bean, encontró su salida en Moratinos, quien acusó al Gobierno Aznar de eso mismo : de apoyar el golpe contra Chávez. El tiranuelo venezolano podría exclamar: ¿Los veis? Si hasta los propios españoles me dan la razón.
Y es que Moratinos, al igual que su jefe, es un personaje malicioso. Cainita, prefiere revolverse contra Aznar antes que contra un Chávez, que se permite el lujo de insultar a los españoles, a los que acusa de genocidio. El caudillo nos odia, qué le vamos a hacer. Pero sería de agradecer que el Gobierno de España no le bailara el agua.
Eulogio López