Sr. director

El pastelillo emponzoñado del subsidio agrario –administrado por los socialistas-- ha sido y es uno de los más poderosos obstáculos al crecimiento económico de Andalucía y Extremadura, ambas regiones a la cola de la evolución de los índices económicos de España durante los últimos veinte años. Ambas autonomías ostentan la primacía en las estadísticas del desempleo en España, mientras que en sus territorios falta mano de obra en la agricultura intensiva de Almería y Huelva, en la construcción y en la hostelería. Y para más escarnio a la inteligencia del común de los contribuyentes españoles, los puestos de trabajo que no cubren los subsidiados andaluces y extremeños, son ocupados por extranjeros, con o sin papeles. Por eso Rodríguez Ibarra, a quien se le entiende todo, dijo no ha mucho que   los extremeños de Extremadura>>.

Zaplana ha ofertado a Méndez y a Fidalgo el muy razonable pacto de condicionar el cobro del subsidio agrario a la participación activa de los desempleados del sector agrario andaluz y extremeño en la búsqueda de un trabajo y a someterse a un reciclaje profesional. Pero estos líderes sindicales, ni cortos ni perezosos –como en el pasado mes de junio-- han respondido brutal e injustamente con otra convocatoria de huelga general, esta vez en el campo andaluz y extremeño, alegando el "incondicional derecho al subsidio" que, según ellos, es irrevocable, inmutable y eterno para los jornaleros de las mencionadas regiones. Los "agentes sociales" no están dispuestos a conceder al gobierno ni siquiera una salida digna, cercanas ya las elecciones municipales y autonómicas. Como en el pasado mes de junio, Méndez y Fidalgo siguen buscando la confrontación social. Demuestran que no desean proteger los intereses de los trabajadores, sino actuar como arietes partidistas contra el PP y hacerle perder las elecciones. Sin pasar por las urnas, quieren borrar a este gobierno de la faz de la tierra.

De la reforma  de las prestaciones por desempleo, aprobada en junio por la vía urgente del decreto-ley, cuando Aznar aceptó y aguantó el envite de Méndez y Fidalgo, ya nada queda, excepto la reforma del PER. Los sindicalistas le han tomado la medida a Aznar. Saben que con "movilizaciones", algaradas y huelgas, el gobierno quizás siga claudicando. Envalentonados Méndez y Fidalgo, aprovechan la inexplicable e inexplicada marcha atrás del gobierno, producida a partir del pasado mes de agosto.

Naturalmente, esto le pasa al gobierno de Aznar por "centrista", por "flexible" y por pusilánime. Este gobierno debiera aprender ya de una vez por todas que, cediendo una sola vez ante los mafiosos, será chantajeado por siempre jamás. Y si ahora  Méndez y Fidalgo siguen saliéndose con la suya, el PP continuará perdiendo otros varios cientos de miles de votantes  y, seguramente, las elecciones. Y ya veremos si al PP "siempre le votará la derecha", como le decían a Suárez antes de marcharse a su casa.  ¿Qué quieren los gubernamentales? ¿Meter a Zapatero a la fuerza en La Moncloa? 

Vicente García