Ha llegado la hora de modificar la historia y hacerlo de la única manera que parece que hace funcionar las cosas: con dinero. Hace unos meses levantó cierta polémica la publicación del Diccionario Biográfico Español y algunas de las entradas, especialmente la que afectaba a Francisco Franco.
Sin entrar a juzgar si su biografía contenía el cariz histórico adecuado, lo que está claro es que las acciones posteriores llevadas a cabo por los políticos, desacreditan la labor que realizan. La aprobación por parte del Congreso de los Diputados de la congelación del abono de la subvención prevista para la Real Academia de la Historia es simplemente un chantaje, eso sí, legal, para que un organismo alejado de la política, hinque la rodilla al poder. Lo que mejor define la situación es: "yo tengo el poder y tengo el dinero, así que tú escribes lo que yo digo o dejo de darte dinero". Es un simple aviso de poder.
Lo mejor que podría suceder es que la Real Academia de la Historia les dijera a la cara a los políticos que renuncia a sus subvenciones, de manera que no tuviera que inclinarse ante el poder del dinero, y que así pudieran seguir con su obra, alejada de cualquier tipo de color político, y tratando así de ser lo más files posibles a la historia. El mundo del periodismo también ha vivido estas situaciones y aquellos medios que se han plegado a las ayudas estatales finalmente han acabado engullidos por el poder. Esperemos que aquí no suceda lo mismo.
Juan María Piñero
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