Es un genio Felipe González: dice que hay que reabrir el debate nuclear, o sea, abrir nuevos reactores, pero que tampoco es un pronuclear.

Y aporta una prueba: quiere cerrar la central Garoña. El viejo zorro sevillano sabe bien a lo que juega: no quiere ser desautorizado por Zapatero, un insensato deseoso de cerrar Garoña y, de paso, todos los reactores nucleares en funcionamiento.

González sabe que Garoña es el chocolate del loro, una pequeña central cuya clausura no desestabilizaría el consumo energético. Ahora bien, es la primera nuclear que cierra su ciclo de vida previsto, por lo que se ha convertido en un símbolo: entre el ignorante ZP, para dárselas de verde, y entre los pronucleares, sabedores que el mensaje que se daría al mercado y a la ciudadanía sería muy peligroso: toda Europa se vuelve hacia la energía nuclear, que ya camina hacia la fusión controlada, mientras España continúa con molinillos y paneles solares.

Es más, otro insensato, el ex ministro de Trabajo Jesús Caldera, al frente de la Fundación Ideas, está dispuesto a cerrar toda la energía nuclear en 2050 (con lo que se supone que debería abrir nuevos reactores, dado que el conjunto de las ocho centrales existentes en España vencen en cadena entre 2020 y 2025. Por eso, González no quiere figurar en ningún bando perdedor: una de cal y otra de arena, sí a la energía nuclear y sí al cierre de Garoña.

En cualquier caso, se opte por el minimalismo de González o por el maximalismo de ZP y Caldera, lo cierto es que mientras Francia, Reino Unido e Italia aceleran su programa nuclear, España discute sobre si cierra un reactor o cierra todos.

Pura demagogia para un país energéticamente dependiente.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com