Según la ONU, existen más de 25.000 jóvenes violadas y que desean zarpar de la prostitución, pero escasean las instituciones para acogerlas.
También, en el menudo islote de Tan Loc, en el delta del Mekong (Vietnam), entre plantaciones y barracas de bambú, una chavala de 19 primaveras tomará un aeroplano y marchará a una tierra foránea para vivir con un mortal con el que no se comunica, un aldeano de Taiwán que la ha obtenido por 3.000 euros. La joven y su dueño se conocieron por primera vez en un parador de HoChi Minh, cruzaron algunos vocablos y se unieron en matrimonio. Para vender a las jóvenes, los atañidos se presentan en la gran metrópoli y las muestran en exhibiciones secretas que se parecen al comercio de esclavos. En ocasiones las fuerzan a lucirse desnudas. Como secuela de estos abusos, es frecuente el suicidio de esposas vietnamitas en Taiwán por el vacío emocional.
Eslogan en Pakistán: No lo mates. Deja que el niño siga vivo en la cuna. Diariamente hay una chica abatida que deja a su hijo adulterino, incapacitado o no deseado, en uno de los 300 catres repartidos por todo el terruño. Muchos de los bebés son apadrinados por matrimonios pakistaníes, sin prole. Los demás niños reciben adiestramiento en los hospicios de la Fundación Hedhí. Los chavales que no han tenido la fortuna de terminar en esta institución, deambulan por Karachi, ruidoso suburbio portuario en el que, multitudes de pequeños andrajosos trajinan hasta la depauperación. Además, en los grandísimos basureros y en los colectores, los organismos pequeñísimos de los recién germinados afloran asfixiados o calcinados, casi todos son chiquillas. Como el país está regido por la ley islámica, que condena el aborto y el adulterio, muchos de los niños robustos, cedidos por sus mamás, renuncian a ellos por pánico a morir apedreadas. El mayor pecado es dejar a un bebé agonizar en un vertedero de basura.
Clemente Ferrer Roselló
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