Casi lo de menos, porque lo cierto es que los templos españoles son atacados día sí y día también, pero la Jerarquía calla para no crear más tensión. En Irak, los fanáticos musulmanes atentan, no contra los marines norteamericanos, sino contra iglesias católicas.
Y todo esta cristofobia se desarrolla mientras los católicos intentan pasar inadvertidos. Desaparecen los signos católicos de los lugares públicos -quizás porque son sacados- las imágenes se elevan a lo más alto para que no puedan ser bombardeadas con balas de pintura y hasta los mismos templos se construyen como si fueran escuelas, ambulatorios o polideportivos, con el fin de pasar inadvertidos.
Pues mire usted, por toda esta cristofobia, creo que la táctica debe ser la contraria: nada de pasar inadvertidos, hay que exhibirse, incluso más allá de la frontera siempre aconsejable de la naturalidad: cruces bien grandes, Iglesia que no esconden su condición, puertas abiertas de las iglesia durante 24 horas, símbolos religiosos bien a la vista (no como los rosarios paganos del hortera de C. Ronaldo, please), adoración perpetua, religiosas y religiosos -uno que es políticamente correcto- con traje talar, también en verano, que no se van a deshidratar. Es el momento del exhibicionismo católico. No hay que preocuparse por las consecuencias: los cristófobos saben perfectamente donde encontrarnos, así que, ¿para qué esconderse? Los cristófobos saben que nadan a favor de la corriente y que se aproxima una era de martirio.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com