Recibo una carta de un aforado -es decir, perteneciente a un foro, de nombre Spanish Expatriates-.

En Hispanidad sí censuramos, y un montón de cosas, entre ellas los insultos, por ejemplo, pero no su carta. Tampoco censuramos la censura intelectual, como la que usted ejerce cuando centra en la felicitación oficial, protocolaria, el único comentario de Aznar sobre Obama (podría recordarle otros menos laudatorios).  

Eso sí, exigimos que el crítico se identifique, porque no nos gustan los anónimos.

Por lo demás, puede quedarse tranquilo sobre mi racismo: lo único que me gusta de Obama es que es negro y lo único que me gusta de las últimas elecciones norteamericanas es que un negro controle la Casa Blanca. Eso sí, me gustaría que no fuera éste.

Y lo mismo le digo de su principal competidora. Lo único que me hubiera gustado de la imposible llegada a la cumbre de Hillary Clinton es que una mujer dirigiera la Casa Blanca, pero no ésta.

Respecto a la presencia internacional de Aznar... tiene toda la razón, don José María tuvo presencia internacional tras apoyar a Bush. Sólo que la tuvo él, no España.  De hecho, no sé lo que significa la palabra 'reaccionario', aparte de un insulto, o de la reacción ante algo,  pero sí sé lo que es el fascismo: el fascismo consiste en la deificación de la nación o de la patria, razón por la cual el amigo Mussolini quería convertir a Italia en el nuevo Imperio romano. El problema estriba en que la patria, o la nación, si lo prefiere, puede ser objeto de estima -me parece estupendo el patriotismo- pero no es Dios. La patria, al final, opera a través de un Estado, y éste de un Gobierno y los gobiernos no pueden dictar lo que es moral o inmoral: no le ha sido otorgada esa prerrogativa. 

No digo que Aznar sea un fascista, ni tan siquiera subliminal, pero digo que metió sus principios morales, los famosos valores, en un cajón en cuanto llegó a La Moncloa. Su mandato y el peso internacional al que usted alude no sobrevino de la coherencia con unos principios, sino de una estrategia política para apoyar a Bush. No era España la que ganaba, tampoco ningún principio moral: ganaba el ego político de don José María, que era muy grande.

Un ejemplo: Aznar, tampoco con mayoría absoluta, prohibió el aborto en España, e incluso permitió la divulgación de abortivos de primer orden como la píldora del día después.  Pero, curiosamente, sí acabó convenciendo a muchos de que él era el guardián político de las esencias cristianas. De tal manera que hoy son millares los que creen, de buena fe, que España se recristianizará si logramos echar a Zapatero.

En definitiva, Aznar no es un fascista, pero sí ha sido el origen de la derecha pagana en España. Pequeño detalle que no resultaría complejo en, por ejemplo, Tailandia, pero sí en España, porque son los principios cristianos los que han forjado España, un país que ha alcanzado su máximo esplendor, su mayor gloria histórica, con la colonización de América que, fue, antes que ninguna otra cosa, una evangelización. Y, precisamente por ello, fue, con todos sus errores la menos racista de todas las colonizaciones y la única que dio lugar a un mestizaje.

Así que, mi desconocido comunicante, quédese usted con su Obama y con su Aznar. Yo me quedo con mi credo cristiano. Y cuando Aznar el tibio y Obama el progre, vuelvan a dichos principios, les aplaudiré con entusiasmo, independientemente del color de sus respectivas pieles.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com