Cameron es un personaje que, aunque por otros motivos es noticia estos días, tuvo, para mí, un excelente comportamiento ahora hace 11 meses.
En vísperas de la llegada de Benedicto XVI al Reino Unido, en septiembre del año pasado, el Primer Ministro David Cameron quiso ofrecer una bienvenida muy calurosa al Santo Padre. Por eso destacó la enorme contribución que hace la Iglesia católica al desarrollo de la sociedad y, frente a minoritarios movimientos laicistas que intentaban alterar la visita con el manido argumento de que la religión es un asunto privado, no tuvo complejo en admitir que la fe nos ayuda a construir una sociedad más fuerte.
Al finalizar el viaje, el propio Cameron reconoció que la fe forma parte del tejido de su país, que el Papa había ofrecido un mensaje a todos y cada uno de los británicos, independientemente de que profesaran una fe o ninguna. La religión no es ninguna patología sino que pertenece a la esencia misma del ser humano y puede contribuir de forma decisiva al desarrollo de una sana sociedad plural.
Todo y que el Primer Ministro Británico no es santo de mi devoción, reconozco lo que hace bien. "Al Cesar lo que es del Cesar...". ¡Ojalá otros sepan estar a la misma altura! Dos meses después, en noviembre, Rodríguez Zapatero no supo o no quiso estar a esa altura.
Pedro J. Piqueras Ibáñez