Sr. Director:
Porcentualmente somos el país con mayor número de consumidores de cocaína y contamos con magníficas redes de tráfico de drogas, de pedofilia cibernética, de prostitución nada virtual y de blanqueo de dinero.
No hay mafia que no instale sus garitos en nuestra patria. El número de divorcios casi supera ya al de matrimonios, y a pesar de contar con el índice de natalidad más bajo del mundo, se disparan los abortos hasta rondar los cien mil anuales. Aumentan sin cesar los embarazos entre adolescentes y el consumo de alcohol y hachís entre menores. Crece la violencia en nuestras aulas, el índice de fracaso escolar nos aúpa a la cabeza de las peores estadísticas, y somos ya el segundo país en crecimiento de tendencia de la llamada violencia de género. No contentos con aparecer como objetivo preferente del terrorismo islamista, que además reclama nuestro suelo, somos el único país occidental que dispone de banda terrorista autóctona y con financiación pública a través de sus «legítimos» representantes. Cualquier nacionalismo excluyente encuentra acomodo entre nosotros por muy absurdo y suicida que resulte; y convertidos en la frontera de la rica Europa frente a África, soportamos una masiva inmigración ilegal que en breve puede plantearnos graves problemas de convivencia.
Todos estos elementos componen un peligroso cóctel que, agitado a su debido tiempo, podría explotarnos entre las manos. Pero si nuestro aparente horizonte no resulta esperanzador, observando el incesante éxito de nuestros deportistas, tanto individual como colectivamente, y el de muchos otros jóvenes destacados en muy diferentes empresas y labores, tenemos que admitir que nuestra «materia prima» es excelente, y que cuando los nuestros se esfuerzan en algo son capaces de llegar a las cumbres más altas. El rescate de unos valores que nunca debimos abandonar y la recuperación del orgullo de sentirnos españoles, marcarían un cambio de rumbo que otras naciones, que han sabido interpretar sus luces de alarma, ya han comenzado. El futuro no está escrito.
Miguel Ángel Loma Pérez
malomap@telefonica.net