Lo más llamativo de las elecciones catalanas del próximo 1 de noviembre es que el Presidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, juega con el equipo contrario. Es decir, ZP no llorará, al menos no en privado, si su candidato, para ser rigurosos, el de los socialistas catalanes del PSC, José Montilla, no alcanza la Presidencia de la Generalitat, mientras que su adversario teórico, Artur Mas, sí lo logra.
Y esto según el guión del pacto Zapatero-Mas, por el que los nacionalistas deben recuperar la Presidencia de la Generalitat a cambio de apoyar en la política española a Zapatero e incluso entrar en el Gobierno. En otras palabras, que el sacrificado es Montilla.
Ahora bien, lo que ya saca de quicio a los socialistas catalanes es la actitud del portavoz de La Moncloa, secretario de Estado Fernando Moraleda, que no se corta un pelo, como diría un castizo, a la hora de recordar este pacto que, aunque ya conocido por todo el mundo, debería ser secreto. Al menos, oficialmente secreto. De hecho, cada vez que sus próximos acuden a Montilla con la queja, la respuesta es muy clara: Yo seré el próximo presidente de la Generalitat.