Desde que Giscard d´Estaign pusiera en duda la conveniencia de la entrada de Turquía en la Unión, no se había vuelto a escuchar una crítica al ingreso de Turquía. La ex ministra de Exteriores, Ana Palacio, sí que había dicho aquello de que Europa no es un club cristiano. Y el resto, mantenía un discreto silencio después de que Chirac se mostrara favorable en la televisión francesa al ingreso turco.
Pero hete aquí que llegó el presidente del Parlamento Europeo, Josep Borrell, y pone en cuestión el asunto. Por supuesto, no por la cuestión religiosa, porque no hay que echar más leña en el árbol caído. Y es que Borrell considera que existe una hipersensibilidad en el mundo musulmán respecto al occidente cristiano. Si el Papa ha querido rectificar, sus razones tendrá, señala con sorna. Además, nosotros también tuvimos nuestras cruzadas y tenemos una viga en el ojo de la relación entre violencia y fe.
¿Cuál es entonces la razón de la oposición de Borrell? La Turquía de hoy no cumple los requisitos. Y sobre todo, su pobreza se comería el estado social europeo. Los 10 estados incorporados del este tienen menos PIB juntos que Holanda, pero Turquía es más pobre todavía. O sea, Borrell se niega por razones económicas, no religiosas, ni tampoco políticas. No se bloquee por los conflictos con Chipre.
Entonces, ¿entrará o no entrará? Nadie lo sabe, estamos negociando, depende de qué Turquía y de qué Europa. O sea, puede que sí, puede que no, aunque más bien, va a ser que no. Por lo menos, de momento. ¿Por qué? Porque Borrell defiende la necesidad de crear una reforma institucional que dé más fortaleza a la Unión. Se muestra contrario a las tesis de Segolene Royal de avanzar mediante la Europa de los proyectos no vaya a ser que esta actitud defina un proyecto de Europa.
Lo que falla, en su criterio, es lo institucional, evitando el bloqueo, el veto y obligando a los estados miembro a llegar a acuerdos. Las políticas buenas se hacen con instrumentos buenos. Conclusión: el presidente del Parlamento Europeo defiende que no todos deben de avanzar en todo ni a la misma velocidad. Como ocurrió con el euro y con Schengen, los dos grandes proyectos de cohesión de la unión. Es decir, Borrell apunta hacia un núcleo duro decisor alrededor del eje franco-alemán. En estas condiciones, aceptaría el ingreso de Turquía, en el bien entendido de que entraría como satélite sin invadir el espacio común de trabajadores y sin desestabilizar la moneda única.