Ciento veintiocho años después del inicio de su construcción, Benedicto XVI consagró el pasado día 7 de noviembre el altar del templo de la Sagrada Familia.
El Papa reclamó más esfuerzos para avanzar en los progresos morales. Y citó la familia, la realización de la mujer, y la defensa de la dignidad de los hijos desde su concepción.
Pienso, dijo, que la dedicación de este templo de la Sagrada Familia, en una época en la que el hombre pretende edificar su vida de espaldas a Dios, como si ya no tuviera nada que decirle, resulta un hecho de gran significado. Gaudí, con su obra, nos muestra que Dios es la verdadera medida del hombre. Que el secreto de la auténtica originalidad está, como decía él, en volver al origen que es Dios.
Los patrocinadores del templo querían mostrar al mundo el amor, el trabajo y el servicio vividos ante Dios, tal como los vivió la Sagrada Familia de Nazaret.
Las condiciones de la vida han cambiado mucho y con ellas se ha avanzado enormemente en ámbitos técnicos, sociales y culturales. No podemos contentarnos con estos progresos.
Valentín Abelenda Carrillo