Viaja Benedicto XVI a Turquía con un primer ministro, Recet Tayip Erdogan el amigo de Zapatero y socio en la Alianza de Civilizaciones-, que no quiere ni saludarle y se marcha de viaje, el muy grosero (al final, ha aceptado un encuentro en el aeropuerto de Ankara), con manifestantes islámicos en las calles animando al asesinato del Pontífice y con un número de cristianos que no alcanza el 0,5% de la población total. Precisamente en Bizancio, el Imperio Romano de Oriente que aguantó la embestida musulmana y mongola hasta el siglo XV.
Precisamente en Asia Menor donde nació el Cristianismo todas las Iglesias citadas en el Apocalipsis, así como buena parte de las cartas de san Pablo, están destinados a ciudades hoy turcas, y la que se cree la última casa de la Virgen María se encuentra situada en las afueras de Éfeso.
El Régimen de Ankara, no sólo no está capacitado para liderar ninguna Alianza de Civilizaciones sino que tampoco lo está para ingresar en la Unión Europea.
Turquía plantea, como ningún otro país el problema planteado por Aristóteles: ¿qué es democracia? ¿Lo que preserva la democracia o lo que quieren los demócratas? Porque puede no ser lo mismo. Por ejemplo,
1. Turquía es una democracia vigilada. Desde hace 30 años, el Ejército da un golpe de Estado cuando no el gustan los resultados de las elecciones, por muy legítimos que hayan sido los comicios.
2. Erdogan es un fanático islamista disfrazado de demócrata, a costa de abandonar la chilaba y colocarse la corbata. Observen cómo explica todo esto el diario abertzale Gara: El caso de Erdogan fue el último eslabón de la persecución contra distintas formaciones islamistas. Así, el Partido del Bienestar Islámico (Refah Partisi) de Necmettin Erbakan fue abolido en 1998 por el Tribunal Constitucional y su líder, que llegó a ser primer ministro en 1996, fue condenado a prisión e inhabilitación por participar en un mitin. Este partido fue sustituido por el Partido de la Virtud Islámica (Fazilet Partisi), que alcanzó el segundo puesto en las elecciones al Parlamento, y que, pese a ello, fue ilegalizado. En 2001 veía la luz una nueva formación islamista, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), dirigido por Erdogan, que aceptó la Constitución y los principios laicistas de Atatürk.
3. En Turquía no hay libertad religiosa. La cuna del cristianismo está hoy reducida a un porcentaje ínfimo de la población, y la presión social sobre los pocos cristianos es muy superior a, por decir algo, la reinante en Libia o Indonesia.
4. Por último, Turquía no debe entrar en la Unión Europea por la sencilla razón de que su territorio europeo no alcana ni el 3% del territorio. El reto es Asia.
¿Por qué entonces, Occidente, incluyendo Israel, trata a Turquía con mucha deferencia? Por, al menos, dos razones: por un lado, Turquía es la base militar favorita de Estados Unidos, y los turcos nunca han renunciado a recuperar su Imperio Otomano. Dicho de otra forma, nunca han renunciado a controlar el Creciente fértil, especialmente a su dominio, o al menos influencia, sobre Siria e Iraq y parte de Persia. Constituyen, en definitiva, un muro de contención, también étnico, ante el empuje sunita y, principalmente, chiíta.
Esta es la segunda razón por la que, aunque el cuerpo social turco sea fundamentalista, los israelíes no tiene ningún problema en irse de vacaciones a Estambul y a la costa del Egeo.
No olvidemos que, para Israel, la pugna entre suníes y chiíes es fundamental para su seguridad. SI alguna vez estas dos escuelas y doctrinas islámicas llegan a actuar al únisono, el Tercer Templo estará en peligro. Hezbolá es el mejor ejemplo, no sólo de la guerra terrorista del siglo XXI (es decir, utiliza a los civiles como escudo), sino también de la esperanza de alianza entre sunitas y chiítas: les financia el Irán chiíta y el armamento, intendencia y logística se la proporciona la Siria laica y aproximadamente sunita. No es de extrañar que los islámicos estén crecidos tras su medio victoria en Líbano y que Israel esté preocupado, antes que por los palestinos, por Hezbolá.
De la misma forma, la alianza que pretenden crear el sirio Bashar al-Asad entre Irán, Iraq y Siria, es algo que horroriza a la inteligencia hebrea. Es más, resulta cruel, pero los terribles atentados de sunitas iraquíes los que apoyaban a Sadam Hussein- contra los chiítas la pasada semana, más de 200 muertos, han paralizado la cumbre pretendida por el presidente suizo y han dado un respiro a Jerusalén. La alianza de sunitas y chiítas sólo contaría con un enemigo común: la cristiandad. Y aun antes de constituirse, esa alianza ya ha tenido un éxito, el asesinato de Pierre Gemayel, un homicidio que no sólo pretendía acabar con la vida de una persona, sino con el Líbano cristiano. El mismísimo Bin Laden habrá aplaudido entusiasmado a sus asesinos. Y, no en vano, Benedicto XVI, comentando el magnicidio, se refirió a las fuerzas oscuras que pretenden destruir el Líbano. Y la amenaza no ha concluido: los presidentes iraquí e iraní, Jalal Talabani y Mahmud Ahmadineyad, se han entrevistado durante la mañana del lunes 27, en Teherán.
Pues bien, Turquía, a pesar de su fundamentalismo, es pieza esencial en el tablero de Oriente Medio. Zapatero opina que hay que atraer a los turcos hacia Europa, con su ingreso en la UE. Por el contrario, la mayoría de los europeos, y países como Francia o Alemania, consideran que atraerse a Turquía no significa meterla en casa.
En esta tesitura Benedicto XVI viaja Turquía, con grave riesgo para su vida. Su única fuerza es la palabra, pero es arma muy poderosa.
Eulogio López