• El Gobierno pretende que el dinero no pese en la deuda pública y los privados no consolidar la deuda.
  • Y la trampa mayor: los bancos socios del Banco tóxico podrán aportar activos inmobiliarios dañados como capital.
  • Al final, el banco público lo pagaremos entre todos y, dependiendo de las valoraciones, pagaremos más o menos.

Los bancos privados -sobre todo Santander, BBVA y La Caixa-, podrán entrar en el capital del futuro banco malo, que recogerá los activos inmobiliarios, se supone que, en principio, sólo de los bancos nacionalizados, aunque este punto no esté claro.

Ahora bien, el diseño del ministro de Economía, Luis de Guindos (en la imagen), no deja de ser una trampa contable. Al final, los activos tóxicos inmobiliarios los pagaremos entre todos, es decir, los pagará el Estado.

Lo que ocurre es que el banco malo tendrá un capital mínimo y un endeudamiento máximo. De lo que se trata es de que el Gobierno inocente de Bruselas acepte que su responsabilidad, jurídicamente minoritaria, le permita reducir o anular el impacto del banco tóxico sobre la deuda pública. Al tiempo, los bancos privados no consolidarán su participación, probablemente lo hagan por puesta en equivalencia, donde la deuda no computa.

Ahora bien, esos trucos contables nada dicen sobre el hecho objetivo de que los activos tóxicos son eso: tóxicos, es decir, pérdidas que alguien tiene que asumir. Y, desde luego, no va a ser el Santander o el BBVA, o La Caixa, quienes asuman las pérdidas inmobiliarias de, por decir algo, Bankia.

Pero hay más trucos contables. A pesar de aportar poco capital, Botín, FG o Fainé quieren estar ahí. ¿Por qué?

Pues quieren porque hasta ese mínimo capital aportado puede ser, precisamente, los activos malos de los bancos buenos. Eso ya no es ingeniería contable: es mucha cara.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com