La reacción de los partidos catalanes a la soflama soberanista de Artur Mas -tan persistente como el sirimiri o el calabobos del norte peninsular- era previsible. En general, la oposición lo ha tachado de triunfalista y de carente de autocrítica. ¿Cómo van a decir lo contrario el PSC o el PP
Mas insiste -no se baja del burro, decía ayer Hispanidad- sobre su referéndum del 9 de noviembre. Insiste en que le gustaría que fuera legal y que se pactara con el Gobierno (ya saben aquello de si mi abuela tuviera ruedas sería una bicicleta). Sólo basta, explicaba el 'cándido' Mas con que Rajoy no impugnara la ley catalana de consultas (que, por supuesto, aprobará el Parlament en el momento que el 'arcoíris' que dirige los destinos de esa parte de España lo estime oportuno).
Pero se olvida don Artur que la ilegalidad radica precisamente en el sentido de la consulta, no en una norma autonómica. El fin de ese referéndum no es otro que un veredicto sobre la independencia (por mucho que él y lo suyos insistan en el adjetivo de "consultivo"), algo que escapa de sus competencias y que, además -y no es baladí- es netamente anticonstitucional.
En otras palabras, el callejón en el que se ha metido Mas no tiene otra salida que el repliegue y la vuelta al sentido común, que suele llevar aparejado -casualidades de la vida- el bien común. Mas está haciendo más propaganda que nadie de la película 'Viaje a ninguna parte' del ya fallecido Fernando Fernán Gómez.
Pone la cara colorada, en fin, cómo se puede sostener a estas alturas un Govern tan debilitado por todos los ángulos, que se aferra a una realidad inexistente y que ha fracasado estrepitosamente en la gestión de la crisis. ¿Alguien se ha preguntado cuántas leyes ha sacado adelante Artur Mas durante esta legislatura y si dirige otros mensajes a la sociedad catalana que no sean la dichosa consulta
El tiempo deja a cada uno en su sitio. Es justo que así sea.
Mariano Tomás
mariano@hispanidad.com